La novela narra uno de los episodios históricos de España más importantes del siglo XIX, la batalla marítima de Trafalgar. Está narrada en primera persona por un muchacho al cual el destino pone en semejante trance. La novela está ambientada en un periodo muy concreto de la historia, aproximadamente de 1790 al 1805, en el cual el muchacho, Gabriel, nos narra su infancia, su suerte al poder ponerse a cargo de un capitán de marina retirado y finalmente todas las aventuras que le suceden a bordo de la armada española en la batalla de Trafalgar, acaecida el 21 de octubre de 1805, donde se embarca con su amo D. Alonso y su amigo Marcial, el marinero.
Capítulo 1
Empieza la novela con las explicaciones del narrador, que nos dice que se propone narrar la catástrofe de la armada española (la batalla naval de Trafalgar), pero que antes quiere contar algunos hechos de su infancia que le llevaron a ser testigo de este evento.
Nos cuenta que fue huérfano de padre y solo conoció a su madre, que nació en Cádiz en el barrio de la Viña de no muy buenas costumbres y que su primer recuerdo de infancia fue el combate naval del cabo de San Vicente en 1797. Que fue criado en los muelles y siempre creyó que el hombre estaba hecho para el mar y que vio los combates navales, que en esa época eran muy numerosos, como la cosa más normal del mundo. Su madre era afectuosa y tenía un hermano, marinero y borracho, que los maltrataba. Su madre muere de una enfermedad y cansado de los malos tratos del tío escapa, llegando hasta Medina-Sidonia donde su buena fortuna lo lleva a casa de unos señores que lo trasladan a Vejer de la Frontera y lo toman a su cargo. Allí le toman cariño y adquiere la plaza de paje del capitán de navío retirado D. Alonso de Gutiérrez de Cisniega.
Nos dice que nos va a narrar el periodo comprendido entre 1805 y 1834. «Muchas cosas voy a contar !Trafalgar, Bailén, Madrid, Zaragoza, Gerona, Arapiles!…»
Capítulo 2
Un día su amo D. Alonso lo llama a su cuarto y le pregunta si es un hombre de valor. Él contesta que sí y entonces entra su mujer, Da. Francisca, diciéndole que no irá a la escuadra. Ésta despotrica y regaña a su marido y le dice que está viejo para embarcarse. Según ella la culpa de todo la tiene Marcial, marinero amigo de su esposo. D. Alonso dice que debe ir a cobrarle una cuenta pendiente a los ingleses (su invalidez del brazo y la pierna derechos). Gabriel (el muchacho narrador de esta historia) hace un gesto que indica su conformidad con tan heroico proyecto, pero con el cuidado de que no lo vea Da. Fernanda. Mientras en el cuarto contiguo suena la tos de Marcial que se dispone a entrar en la habitación y participar de la discusión.
Capítulo 3
En este capítulo se cuenta brevemente la historia de los tres protagonistas de la escena:
D. Alonso Gutiérrez de Cisniega que curso la carrera naval y en su juventud fue guardia marina. Sus hazañas empezaron en la Habana en 1748 y en el cabo de San Vicente mandó el navío Mejicano que tuvo que rendirse. De tal fracaso regresó a casa herido y deprimido.
Da. Francisca, mujer de noble origen y dama devota que cuida a su marido mientras él especula siempre como hubieran ganado la batalla del cabo San Vicente.
Marcial (del que nunca supo Gabriel su apellido), llamado Medio-hombre entre los marineros por faltarle un ojo, el brazo izquierdo y tener una pata de palo. Contramaestre de barcos de guerra durante cuarenta años, se retira a los 66 años de edad.
Capítulo 4
Se reanuda la narración de los hechos.
La Sra. Francisca le dice a Marcial que vaya él pero que su marido no se embarcará en la escuadra. Aquí cuenta Gabriel el extraño hablar de marinero de Marcial y como narra algunas de sus aventuras entre burlas de Francisca. Todos comentan como esta alianza con Francia y el tratado de San Ildefonso los están llevando a la ruina. Critican a Godoy, mandatario español y alaban la astucia de Bonaparte. Da. Francisca tiene un hermano que es partidario del príncipe Fernando, opositor a Godoy.
Sale Fernanda a la parroquia y quedan los viejos envueltos en sus ilusiones de mar y el muchacho se enzarza en sus juegos navales excitado por todo lo narrado. Al rato regresa Fernanda y los regaña.
Capítulo 5
Otra razón de Da. Francisca para estar en contra de la batalla es que su hija Rosita se ha prometido con el joven Malespina, oficial de artillería.
Narra aquí Gabriel su relación con Rosita y cuando después de sus juegos infantiles, de pronto un día él se da cuenta de que ella se hizo mayor y él continúa siendo un niño.
Los padres al principio la quisieron casar con un joven de la marina de buena familia, pero ella ya está enamorada de otro, Malespina. Los dos jóvenes se enteran, se desafían y Malespina hiere al otro. El vencedor pide entonces la mano de Rosita y se la conceden. Por esto también se niega Da. Francisca a que su marido vaya a la batalla, ya que la boda de su hija parece cercana.
Capítulo 6
Continúa la discusión y el tira y afloja entre los señores de Gabriel.
Un día Malespina viene a despedirse, pues aunque es artillero de tierra lo han mandado embarcar por falta de hombres. Da. Francisca le pide que se quede. Siguen las discusiones sobre la alianza con los franceses y el tratado de San Ildefonso. El almirante francés ha perdido el favor de Bonaparte y como éste piensa destituirlo, Mr. Corneta (como lo llama Marcial) busca una acción victoriosa que le devuelva el favor de su jefe. En la conversación todos reconocen su inferioridad ante los ingleses. Finalmente se despide Malespina y Rosita queda hecha un mar de lágrimas.
Capítulo 7
Fernanda y Rosita se van a misa y ese es el momento que D. Alonso aprovecha para empacar su maleta y huir con Marcial y Gabriel en una calesa. Parten hacia Cádiz.
Encuentran en el camino a Malespina y su padre, éste es un personaje, coronel de artillería retirado que tiene una gran imaginación, cuenta historias descabelladas pero graciosas de sus andanzas guerreras. Nuevas discusiones políticas sobre la inoportunidad de la guerra con los republicanos y el mal gobierno de Godoy. Llegan a Cádiz.
Capítulo 8
Entusiasmo de Gabriel al llegar a Cádiz y ver de nuevo la Caleta y sus marineros. Nada en el mar, se embriaga con algunos antiguos conocidos en el barrio de la Viña y medio borracho se va a ver la catedral.
Van a casa de la prima de Alonso, la Sra. Flora, «vieja que se empeñaba en parecer joven», señora devota, patriota y belicosa (al contrario de Da. Francisca), que arenga a D. Alonso para que vaya con la armada.
Nuevas discusiones sobre el desencanto con el almirante Villenueve que mandará la armada conjunta española-francesa. Todos piensan que es un cobarde y cuentan como el almirante español Gravina fue a Madrid a expresarle este malestar a Godoy, pero como Bonaparte anda metido con los austríacos, mientras él no decida…
Acontece una visita del brigadier de 45 años Churruca que narra un consejo de guerra que se produjo a bordo del Bucentauro, donde Villenueve expresó su deseo de salir al encuentro de los ingleses y como los españoles se mostraron en contra por la clara superioridad de los ingleses.
Narra Gabriel su contrariedad pues la Sra. Flora lo toma como paje y él se aburre sin poder acompañar a su amo y a Marcial en los preparativos para embarcarse. Da. Flora insiste en que se quede a su cargo como paje pero Gabriel al llegar su amo expresa su intención firme de embarcarse, lo cual es finalmente aceptado por Flora.
Capítulo 9
El 18 de octubre esperan los botes que por fin los lleven a bordo. Gabriel siente gran estupor y alegría al encontrarse al lado del Santísima Trinidad, el mayor barco del mundo. Suben a bordo y él se queda maravillado observando todo, los navíos antiguos no se parecen nada a los modernos y él los compara con las catedrales góticas. Sigue una descripción y apología del Trinidad.
Gabriel se encuentra a bordo con su tío, que le tira de las orejas, se burla, le pregunta si quiere aprender el oficio y lo invita a subir a la verga mayor, pero Gabriel huye de él. Va a ver a su amo a la cámara de oficiales y por la discusión deduce que el general francés ha dado orden de partir a la mañana siguiente. Gabriel se junta con Marcial y otros marineros de oficio que le parecen muy diferentes a su tío y sus compinches.
Amanece el día 19 y se realizan todas las maniobras para partir. Gabriel se maravilla del espectáculo de los cuarenta barcos surcando los mares, 32 navíos, 5 fragatas y 2 bergantines, mientras Marcial va haciendo sus comentarios sobre cada buque.
Llega la noche y toman rumbo al sur. En el camarote de su amo le oye explicar el plan de Villenueve a dos colegas y la colocación de los diferentes barcos en vanguardia, centro, retaguardia y el cuerpo de reserva. D. Alonso comenta los planes del francés de forma socarrona y dice que a Mr. Corneta todo le parece fácil, ya que su plan es que cada capitán de barco haga lo que le de la gana. Gabriel se siente parte de la escuadra y cuando habla de ella dice «nosotros».
Capítulo 10
Al amanecer del día 20 sopla un viento muy fuerte y los navíos andan muy separados. Al día siguiente ven aparecer 27 navíos por barlovento. Por una maniobra del Bucentauro la línea de batalla franco-española se deshace y pierde su orden, la vanguardia se convierte en retaguardia. La línea de batalla queda muy estirada y Marcial dice que si el Señorito (como llama a Nelson, el almirante inglés) la corta por la mitad, la batalla está perdida.
Ante el asombro de Gabriel la arena es dispuesta sobre cubierta para recibir la sangre de los heridos. El Trinidad hace una maniobra para acercarse al Bucentauro pues Nelson con el Victory quiere meterse entre ambos barcos. Gabriel en mitad de la batalla da una nueva noción a su idea de patriotismo, pero de pronto sale de sus ensoñaciones patrióticas al oír el estruendo del primer cañonazo.
Capítulo 11
Se siguen varias escaramuzas, los navíos disparan sus cañones, se enfrentan unos a otros.
Por momentos parece que el Victory va a caer en poder del Trinidad, pero otro navío, el Temerary, va en su ayuda y también el Neptune. El Trinidad de pronto se encuentra rodeado de enemigos. La batalla empieza a decantarse a favor de los ingleses mientras Gabriel ayuda a bajar a los heridos a la bodega.
El Bucentauro, navío general, se rinde. Todo parece perdido para el Trinidad pero el comandante sigue solo en el alcázar. Gabriel ayuda a Marcial a disparar un cañón entre los marineros muertos o heridos, el muchacho se siente un héroe y piensa si lo viera su amita Rosita ahora. De pronto Gabriel es herido y corre a la cámara, no sin antes ver que el comandante ya no se encuentra en el alcázar. Se oyen voces de abordaje y D. Alonso y Gabriel se abrazan apenados por la derrota. Cesa el fuego y los ingleses penetran en el barco vencido.
Capítulo 12
Al entrar los ingleses los marinos españoles se dan cuenta del gran destrozo del casco y se lanzan sobre las bombas para achicar el agua. Los heridos en los más profundo del barco están a punto de ahogarse. Sin embargo los ingleses ayudan a transportar a los heridos a un lugar seguro y ponen manos a la obra en las bombas para achicar el agua mientras sus carpinteros hacen lo que pueden por reparar el casco.
D. Alonso en la cámara habla con un oficial inglés al que le une una antigua amistad y éste le cuenta todo lo sucedido: todos los navíos españoles han sido apresados, Gravina ha sido apresado y otros oficiales han muerto. El inglés le cuenta que ellos también han perdido al almirante Nelson, herido en la batalla.
Las escaramuzas de algunos navíos siguen hasta la noche y además para empeorar las cosas se desata un recio temporal, un navío inglés intenta remolcar al Trinidad pero ante el miedo a chocar debe alejarse finalmente.
El hambre se hace presente y Gabriel encuentra a Marcial en los pañoles del bizcocho y éste le da algunas galletas. Gabriel transido de frío se retira de la cubierta después de intentar ayudar en las reparaciones e intenta dormir en la cámara. Pero allí todo es confusión, los sanos ayudan a los heridos y yacen allí muertos varios oficiales y más de 400 marinos.
Al amanecer del día 22 los muertos son tirados al mar y como son muchos todos han de ayudar, incluido Gabriel. Éste ve como unos marineros tiran también a su tío entre burlas. En ese momento él lo perdona de todas las que le hizo pasar y luego pudo enterarse de que al parecer su tío había sido un valiente en combate.
El Trinidad parece que se va ha hundir de un momento a otro, pero los ingleses hacen todo lo posible para salvarlo, pues quieren llevarlo de trofeo a Gibraltar.
Encuentran a dos marineros flotando entre los despojos de un navío y los ingleses los suben a bordo.
Ya sin posibilidad de salvar al Trinidad los ingleses deciden transbordarlos a todos a otro buque. El barco se va a pique y D. Alonso quiere ser el último en abandonarlo, pero Gabriel asustado le pide que huyan. Gabriel en la huida pierde la conciencia y cuando la recobra se encuentra con su amo a bordo de una lancha, desde la que ve hundirse al Trinidad oyendo los lamentos de los heridos que han quedado a bordo y no han podido ser salvados.
Capítulo 13
La lancha se dirige quién sabe donde en la oscuridad y la niebla que hacen desaparecer las luces del Prince que se encontraba cercano. En la barca Gabriel medita algunas consideraciones filosóficas, pues ve allí la fraternidad entre españoles e ingleses ante un peligro común, sin embargo siente que la misma idea de nacionalidad se opone a este encuentro entre los hombres y además los hombres malos de cada nación que se quieren enriquecer empeoran las cosas. Inocentemente Gabriel piensa que esto algún día acabará y todos los hombres serán hermanos.
Pierden definitivamente de vista al Prince y divisan otro navío, más no saben de qué nacionalidad. Resulta ser el Santa Ana, también apresado, donde los auxilian y los llevan a bordo.
El Santa Ana después de batirse con varios navíos tuvo que rendirse y aunque con grandes desperfectos el casco no se conserva tan mal. Sin embargo después del vendaval del 21 flota a merced de las olas sin dirección.
Gabriel se da cuenta de que los marineros ingleses del Santa Ana no tratan tan cortésmente a los prisioneros como en el Trinidad y éstos se encuentran muy enojados. Está ayudando a poner una venda a D. Alonso cuando alguien apoya su mano en su hombro, es el joven D. Rafael Malespina, novio de su amita. Gabriel se siente un poco contrariado al verlo sano y salvo, pero lucha contra estos pensamientos perversos y entonces se alegra y siente lástima al verlo herido.
Malespina fue conducido al Santa Ana desde el Nepomuceno. D. Alonso le pregunta por Gravina y éste le cuenta que luchó con valor pero las fuerzas de los enemigos eran demasiadas y viendo que la batalla estaba perdida y la resistencia era insensata puso rumbo a Cádiz acompañado de otros navíos españoles.
D. Alonso le pide que le narre lo que sucedió a bordo del Nepomuceno y le dé cuenta de la muerte de Churruca, que todavía le cuesta creer. Malespina dice que él presenció la muerte de Churruca e intenta contarlo todo con el mayor detalle rodeado de un grupo de oficiales y de un atento Gabriel.
Narra Malespina los malos presentimientos de Churruca ante el combate y como, siendo un hombre religioso, hizo bendecir a todos a bordo y los arengó al valor en la batalla. Churruca por supuesto vió con desagrado las primeras maniobras de la escuadra mandadas por el francés. De resulta de esta decisión el Nepomuceno tuvo que batirse con seis navíos al mismo tiempo. La batalla fue terrible, pero Churruca parecía comunicar su valor a todos los marineros y el Nepomuceno parecía engrandecerse ante el constante fuego enemigo. Churruca cayó herido gravemente, ya que una bala de cañón le cortó la pierna de cuajo. Su decaimiento físico fue muy rápido pero exclamó: «Esto no es nada. Siga el fuego.» Finalmente tuvo que abandonar el mando y desde ese momento la tripulación se achicó, como si su valor hubiera desaparecido.
El Nepomuceno intentó la retirada, pero herido de muerte no lo consiguió, aunque Churruca mandaba que el barco no se rindiera hasta que él estuviera muerto. Cuando finalmente acabaron rindiéndose, los oficiales ingleses se peleaban por decidir a cual de ellos se había rendido, a lo que el oficial al mando contestó: «A todos, que a uno solo jamás se hubiera rendido.»
El número de heridos a bordo era tan grande que los tuvieron que transportar a otros barcos y a él le tocó éste. Aquí terminó el relato de Malespina que fue oído con gran atención por todos.
Capítulo 14
Gabriel se durmió esa noche pensando en la suerte que había corrido Churruca. Esa noche le asaltan sueños en lso que oye cañonazos y el fragor de la batalla. Se ve a sí mismo de nuevo envuelto en el combate y en su sueño derrota a todos los ingleses.
Para su asombro al encontrarse despierto oye cañonazos, el rumor de la refriega y una gran actividad en la tripulación. Los españoles habían tomado de nuevo el barco y ahora eran los oficiales ingleses los prisioneros. Mientras el Santa Ana se batía con dos navíos ingleses. Lo comprendió todo de pronto. El comandante Álava del Santa Ana viendo que se aproximaban algunos navíos españoles salidos de Cádiz que venían en su ayuda alentó a la tripulación. Éstos obedeciéndole obligaron a rendirse a los ingleses y volvieron a hacer ondear la bandera española en el navío, que sin embargo ahora se batía en una lucha más peligrosa si cabe que la anterior.
Cuenta Gabriel que es éste uno de los episodios más honrosos, pero peor conocidos, de la batalla de Trafalgar. El Santa Ana socorrido por tres navíos españoles salió victorioso, con la actuación heroica incluida de D. Alonso que bajó a las baterías a disparar como pudo un cañón.
Concluida esta hazaña el Santa Ana debido al mal estado de su casco debe ser remolcada por un navío francés hasta Cádiz. Pero éste es mucho más pequeño que el Santa Ana y los demás navíos españoles les dejan solos pues van al encuentro de la posibilidad de ayudar a otros barcos. Idea que finalmente no tuvo éxito ya que finalmente hubieron de retroceder.
Arreciaba el temporal y todos pensaban que si tardaban en llegar pasarían un mal rato. Cuando la esperanza surgía, otra vez parecía dispuesta a desaparecer. Además la noche se cerraba y el mar bramaba con ira bajo el cielo cada vez más nublado. Todo este acumularse de desgracias, después de las muchas ya vividas parecía verdaderamente absurdo. Más una nueva vino a enturbiar aún más el ánimo de D. Alonso y Gabriel, Malespina yacía herido en la cámara. El joven parecía muy preocupado y dispuesto a morir, a pesar de que el cirujano anunció que aunque la herida era grave no parecía mortal. Marcial también cayó herido y el cirujano dijo que la herido no era grave para un joven, pero Marcial tenía más de sesenta.
Pasó entonces por su al lado del navío el Rayo y se decidió pasar a aquel, que parecía menos maltrecho, a algunos de los heridos, entre ellos a Malespina y a Marcial. D. Alonso manda a Gabriel que los acompañe, ya que él pretende quedarse en el Santa Ana por si todavía es de provecho. Le pide también a Gabriel que si llega antes a tierra y ve a su mujer le mande noticias suyas. Viéndolo rezar Gabriel piensa que su amo a perdido la razón, sin embargo le hace caso y es conducido al Rayo junto con los heridos.
Capítulo 15
Marcial vaticina que han ido de Guatemala para entrar en Guatepeor, pues piensa que el Rayo no entrará esa noche en Cádiz. Gabriel discute con él, pero Marcial no confía del Rayo al que considera un mal navío.
Ya en el barco Gabriel escucha una voz conocida, la de D. José María Malespina, y corre a él para decirle que su hijo se encuentra a bordo herido. El hombre deja la sarta de mentiras que estaba contando en ese momento y corre a abrazar a su hijo y consolarlo, pues dice que esa herida no es nada comparada con una que él sufrió en la guerra del Rosellón. Malespina padre continúa con su cháchara, explicando sus proyectos para construir grandes barcos de hierro con más grandes cañones aún y manejados por máquinas de vapor, lo cual todos toman por un disparate. Gabriel recuerda que no volvió a pensar en estas ideas de Malespina hasta que treinta años después tuvo noticias de que en efecto se estaban realizando los estrafalarios proyectos del parlanchín.
Gabriel dejó a Malespina con su conversación para tomar noticia de que el vendaval no solo impedía la entrada del Rayo en Cádiz, sino que lo impulsaba a la costa donde encallaría estrellándose contra las rocas. Las previsiones no podían ser peores.
Pronto pasaron la bahía de Cádiz y parecía que el buque iba derecho a estrellarse en la desembocadura del Guadalquivir. Se tomó entonces la decisión de cortar los palos para intentar evitar que el navío se precipitara bajo las olas.
Se dispararon cañonazos para pedir auxilio a la costa y se realizaron las maniobras necesarias para intentar fondear el barco hacia la costa. Funestas ideas pasan por la mente de Gabriel, si el buque se estrellaba, ¿quién podría salvar el espacio de agua que los separaba de la costa? El peor lugar de la tempestad es aquel en que las olas se revuelven contra la tierra.
Después de unas horas de mortal angustia el barco finalmente quedó encallado en un banco de arena con un gran crujido. Solo quedaba intentar de alguna forma atravesar el espacio de mar que los separaba de la costa. En las embarcaciones que a bordo se tenían era empresa descabellada, pero no desistían de la esperanza de que llegase ayuda de la costa. El Rayo volvió a disparar sus cañones.
Apareció entonces una balandra que se había hecho a la mar desde Chipiona y se dieron las órdenes para que se realizara el transbordo. Gabriel corrió entonces al lado de sus amigos, Malespina bramaba que lo dejaran morir allí y Marcial le pedía que no lo abandonara. Gabriel trataba de ayudarlos y animarlos, pues ya iban a tierra. Todos transbordaron felizmente a las barcas que los conducirían a la balandra, más en el atropello de la operación dejaron solos a bordo a Marcial y Gabriel, que se afanaba intentando levantar a su amigo sin conseguirlo. Ésta al verlos en tal situación le dice a Gabriel que todo está perdido y que se disponga a morir. El anciano le dice también que Gabriel por ser joven no tiene pecados, pero que él si los tiene y que como hace mucho tiempo que no se confiesa lo hará allí a sus oídos para que Dios también lo escuche en su última hora. Gabriel siente el azote del mar sobre su espalda, cierra los ojos y ya no supo lo que pasó a continuación.
Capítulo 16
Gabriel despierta tendido en la playa entre algunos hombres que lo socorren y lo primero que hace es preguntar por Marcial, pero nadie sabe contestarle. Es llevado a una casa donde lo alimentan y se rehabilita. Allí le contaron como otra balandra que había salido a reconocer los restos del Rayo lo encontró junto a Marcial que se encontraba muerto. También supo que algunos más habían muerto en la travesía del otro navío. Quiso saber entonces de los Malespina, pero nadie supo decirle ni del padre ni del hijo. Le informaron de que el Santa Ana había llegado bien a Cádiz y entonces se dispuso a dirigirse hacia allí para reunirse con su amo. Lo acompañó en el viaje un marinero con el que fue conversando en el camino de todas las aventuras y desdichas pasadas. El Marinero le cuenta la batalla a bordo del Bahama, su barco, y del valor de su capitán, Alcalá Galiano que también murió en combate. Gabriel le cuenta también sus andanzas y le habla de Malespina. El marinero entonces le anuncia que ese fue uno de los hombres que perecieron en la segunda lancha que no pudo tocar la tierra. Gabriel queda anonadado por la noticia y se entristece al pensar que es él el que ha de llevar tan mala noticia a su familia. El marinero le cuenta que oyó al mismo padre de Malespina narrar como tuvo que dejar a su hijo morir por salvar a otros hombres. Ya no hablaron más del asunto.
Llegan a Rota donde se embarcan hacia Cádiz, donde la gente los recibe con gran expectación, pues ya noticias habían llegado a tierra de la suerte de los barcos españoles. En Cádiz pudo Gabriel conocer en su conjunto la acción de guerra que él había vivido, pero que solo conocía en parte. Los navíos franceses no habían corrido mejor suerte que los españoles, sin embargo Francia no pagó tan caro la derrota, pues al mismo tiempo que ésta sucedía, Napoleón salía victorios en el campo de Ulm de su campaña contra Austria y dos meses después en Austerlitz ganaba la más brillante acción de su reinado. Estos triunfos atenuaron en Francia la derrota de Trafalgar, la cual el mismo Bonaparte se encargó de minimizar en los periódicos.
Capítulo 17
Gabriel trata de retardar lo más posible la hora de presentarse frente a su amo y solo piensa en la pena que ha de causar al llegar a casa de Da. Flora. Su presencia en el patio de ésta causa gran consternación y todos se lanzan a recibirlo. Da. Francisca le pregunta inmediatamente por D. Rafael y entonces la voz se le ahoga en la garganta. Su ama Rosita sale entonces con el rostro pálido y Gabriel no puede reprimir su llanto. No hacen faltas más palabras, Rosita lanza un grito y cae desmayada.
La consternación que reinaba en la casa era tremenda cuando de pronto se oyó la voz estruendosa de D. José María Malespina, pero lo más sorprendente es que la voz del embustero padre sonaba tan alegre como de costumbre. En seguida le preguntaron por D. Rafael, su hijo, y éste contestó que se hallaba perfectamente. Este giro de las cosas sorprendió muchísimo a todos e inmediatamente reprendieron a Gabriel por haberles dado tal susto. El hijo malherido se había quedado en Sanlúcar en casa de gente conocida, mientras su padre había ido a Cádiz para llevar a su familia su lado. Más tarde Gabriel entendió que todo el entuerto se debía a la fantasía de D. José que seguramente había inventada una hazaña heroica suya que incluía la muerte de su hijo a cambio de la salvación de otros marineros.
De nuevo se repiten discusiones en torno a la batalla y a la situación política del momento. Da. Francisca opina que la batalla nunca debía haber tenido lugar y que Gravina debía haberse negado a que los españoles participaran. Ésta opinión que en primer momento pareció a Gabriel un desacato al patriotismo era realmente muy cierta y bien fundada.
Por fin se casaron D. Rafael Malespina y su amita Rosita y ese mismo día Da. Francisca mandó a Gabriel que se dirigiera a su casa para ponerse a su servicio. Sin embargo en el camino hacia la casa de los recién casados Gabriel duda y lucha con sus pensamientos por tomar una decisión adecuada. Finalmente toma la decisión de dejar Medina-Sidonia e irse a Cádiz para allí tomar camino a Madrid. El destino, que ya había llevado a Gabriel a Trafalgar, debía llevarle ahora a otros muchos escenarios. «¿Queréis saber mi vida entera? Pues aguardad un poco, y os diré algo más en otro libro.
Personajes
Gabriel: Narrador y protagonista principal de la historia, ya que toda la reyerta está contada a través de este valiente aunque todavía inexperto muchacho.
D. Alonso: Capitán retirado, amo de Gabriel, herido en combate y quedando inválido, al enterarse de la noticia de la batalla cercana, suspira por unirse a la armada.
Da. Francisca: Esposa de Alonso, mujer religiosa y sensata, se niega a que su marido se embarque pues tiene fuertes opiniones políticas en contra de ésta, aunque finalmente no podrá evitarlo.
Marcial: Marinero de más de sesenta años, al que le falta un brazo, una pierna y un ojo. Su lenguaje de marino subyuga a Gabriel y finalmente se embarcarán juntos. Finalmente será el único de nuestros héroes en perecer en la batalla.
Rosita: Hija de los amos de Gabriel, el cual se encuentra de alguna forma enamorado de ella, aunque ésta se halla comprometida con un artillero llamado Malespina.
D. Rafael Malespina: Novio de Rosita, que por distintos abatares también se embarcará en la flota, resultará herido de gravedad y finalmente se producirá un malentendido que lo dará por muerto, produciendo gran tristeza en Rosita, aunque finalmente todo se aclarará.
D. José María Malespina: Padre del novio. Conversador insaciable, embustero y muy fantasioso, la creencia de la muerte de su hijo se deberá precisamente a una de sus historias imaginarias, aunque algunas de sus ideas descabelladas años después lleguen a realizarse.