Una historia de amor que se desarrolla en España y Francia, Pilar nos narra como resurge su amor de infancia, cuando se reúne después de once años con su amigo que partió de su pueblo para conocer el mundo, encontrar la verdadera fe y entrega a Dios y a la Virgen María, convertido en Maestro Espiritual y Realizador de milagros a Pilar le cuesta mucho trabajo entender que el amor puede superar todas las barrera que ella misma se ha impuesto a consecuencia de su inseguridad y falta de fe. Conforme sucede la historia ella lograr encontrar la fe perdida y la confianza en el amor.
Que el río lleve mis lágrimas hasta el mar y mi amor nunca sepa que lloré por él. Hace una semana lo encontré y lo perdí.
A orillas del río Piedra escribí ésta historia. -Procura vivir, deja los recuerdos para los viejos-, me decía. Quizás el amor nos envejece y nos vuelve jóvenes cuando pasa la juventud. Por eso escribía, para recordar y transformar la tristeza en nostalgia y la soledad en recuerdos. Dejó los campos de Soria para conocer el mundo, me mando algunas cartas. Me mude a Zaragoza para trabajar y estudiar, empezó a mandarme cartas con más frecuencia y de diferentes lugares del mundo, me hizo saber sus intenciones de ingresar en un seminario y hace dos semanas me invitó a una conferencia que daría en Madrid.
Sábado, 4 de Diciembre de 1993
Había mucha gente, nunca me dijo que fuera tan famoso, se veía más guapo, habían pasado once años desde la última vez que lo vi, la gente decía que habían ido para escucharlo, una joven pelirroja que estaba a mi lado me guiño el ojo en señal de alianza. Su voz era la misma, pero sus palabras habían cambiado, hablo de la oportunidad que nos da Dios para poder cambiar nuestro destino, tenemos que arriesgar y aprovechar cada instante de cada día para hacer posibles los milagros y no terminar infelices.
Cuando termino, se acercó y desapareció el hombre importante para ser el niño que yo había conocido. -Hola Pilar- dijo. Le pedí que fuéramos a tomar un café, aceptó y me dijo que quería platicar conmigo, que lo acompañara a Bilbao, acepte acompañarlo, le pregunté, por qué las mujeres presentes decían que les estaba devolviendo lo que era de ellas, trato de no darle importancia a mí comentario, pero insistí. Las tres grandes religiones, monoteístas, el judaísmo, el catolicismo y el islamismo, -dijo-. Son masculinas, son sacerdotes, gobiernan los dogmas y hacen las leyes. Tengo una visión diferente, creo en el rostro femenino de Dios. Entonces -pensé- él no podría ser seminarista por que ellos no piensan así.
La pelirroja me esperaba en la puerta, dijo saber que pertenecía a la misma tradición y se presentó como Brida, me cogió por el brazo y me llevó por el paseo de la Castellana, hubiera preferido tomar el café, pero no me pude negar, se detuvo y señalo al cielo, la luna llena brillaba, abrió sus brazos para realizar una larga reverencia a la luna, al terminar me dijo: Necesitaba hacer esto, para que la Diosa nos proteja, ¿de que hablas?, la cuestione y comenzamos a caminar por la avenida, me comenzó a explicar la importancia de la mujer desde los comienzos de la civilización y su relación con el ciclo de la luna, de pronto me dijo: Allí esta, señalando una escultura que se encontraba en una fuente en el centro de una plaza, yo necesitaba un hotel, cuando me disponía a retirarme, comenzó a tocar una flauta que traía en su bolsa, no pude resistir escuchar la música que junto con el del agua de la fuente y mirando la luna, sentí que allí estaba un poco de mí naturaleza de mujer. Cuando termino de tocar me dijo que se había dado cuenta que él, estaba enamorado de mí, que yo iba a sufrir, por eso me sacó del lugar, además él no debía perderse y yo tenía que ayudarlo. Me retire muy molesta y decidí olvidar todo lo que me había dicho.
Domingo, 5 de Diciembre de 1993
Durante el viaje paramos a tomar café, y entre pláticas me decía que la vida le enseño que podemos aprender y cambiar aunque parezca imposible, parecía no quererme escuchar cuando le hacía alguno comentario de nuestra niñez, comencé a arrepentirme de ese viaje. El camino a Bilbao fue de un insoportable silencio, cuando llegamos me pidió que lo acompañara a la conferencia que daría por la noche, eso me hizó sentir bien, me propuso que nos quedáramos en la misma habitación en camas separadas, la felicidad que comenzaba a experimentar se convirtió en una inmensa confusión, detuvo el coche y me miro a los ojos, sus ojos no podían mentir, estaba enamorado, -Tengo sólo esta conferencia, necesito ir a las montañas para mostrarte algo- dijo-, me salí del carro y quería no pensar, sería que él estaba confundiendo las cosas ó yo estaría exagerando. Se bajo y me dijo que si no podía, él comprendía, en ese momento me sentí aturdida y aliviada al mismo tiempo, decidí quedarme, era una buena oportunidad para olvidar las tonterías que había pensado y romper el hielo. -Camas separadas y tu pagas la cena- le dije en tono de broma. Como era temprano para la conferencia fuimos a tomar un café, me entregó una medalla oxidada. Era tuya, -comenzó a decir, mi corazón daba señales de alarma- cuando teníamos diez años yo te quería decir algo, entonces me pediste que te buscara la medalla que habías perdido, pero cuando regrese ya no tenía coraje para decirte lo que había ensayado, me prometí entregártela cuando terminara la frase que empecé hace veinte años. Te quiero.
En la conferencia habló del niño que todos llevamos dentro, si no nacemos de nuevo, si no volvemos a mirar la vida con la inocencia y el entusiasmo de la infancia, no tiene sentido seguir viviendo, -decían sus palabras-, dejemos que ese niño tome las riendas de nuestras vidas. De la conferencia nos fuimos a cenar con un grupo personas, yo sonreía, porque era una noche diferente, mi vida había cambiado, estaba allí y no sentía miedo, ni vergüenza, lo escuchaba hablar y me iba convenciendo de que tenía razón, yo no había nacido para pasarme la vida sentada ante un escritorio, pero ¿cuanto puedo prolongar este sueño?, quería ir con él a las montañas para el día de la inmaculada. Cuento contigo, vamos a Francia, -me dijo en voz baja-. Sólo si dejamos en claro lo que me dijiste antes de la conferencia -le respondí-. Después hablamos -dijo-, y cambio de tema, en ese momento le mandaron a hablar. Cuando caminábamos al hotel estaba lloviendo, él cantaba, estaba alegre, yo me iba equilibrando poco a poco a la sensación del vino, tenía que mantener el control de la situación, quería ser libre y no regresar a Zaragoza, para poder estar con él, pero no podría enamórame de una persona como él, yo quería una vida estable y amar es perder el control y eso no debía ocurrir. De pronto un hombre comenzó a seguirnos gritando que nos detuviéramos, cuando nos dio alcance se posó de rodillas frente a él en medio de la lluvia y rogaba que lo ayudara con su hijo, él bajo la cabeza y permaneció en silencio, entonces me pidió que me fuera al hotel, regresaría al amanecer.
Lunes, 6 de Diciembre de 1993
El amor está lleno de trampas. Cuando quiere manifestarse, muestra apenas su luz, y no nos permite ver las sombras que esa luz provoca.
Caminamos por los olivares, estaba feliz de que yo estuviera con él y se veía de buen humor, no había vuelto a hablar de amor, quería ir a Francia para que yo viera una casa, a mí me daba lo mismo ir a cualquier lugar, para entonces me sentía muy relajada. Todo lo que sabes te lo enseñaron los viaje, le pregunté. -No, fueron los milagros de la Revelación.- No comprendí, me pregunto si había guardado la medalla, la guardé, le contesté y comencé a caminar más rápido, sé que quería volver a tocar el tema del amor y yo no quería que se estropeara la alegría y la libertad de esa mañana, tampoco quería sentirme culpable, sí él estaba enamorado era su problema. En realidad era ridículo pensar que estuviera enamorado.
Llegamos a la capilla de un pueblo llamado San Martín de Unx, un viejo no nos permitía la entrada por que a esa hora cerraba, cuando me resignando, me dijo -¿no quieres ver la capilla?-, al parecer no le gustó mi actitud de conformismo, le ofreció dinero, pero el viejo no cedía, de todos modos entraremos, dijo, me tomo del brazo y entramos, mi corazón se disparo, el encanto de la mañana se había roto, espere un momento y la pedí que nos marcháramos, dijo que no tuviera miedo y comenzó a explicarme que no debemos dejar que los demás nos envuelvan en su mundo de frustraciones porque terminaríamos siendo parte de su juego mezquino y cuando se entra en ese juego siempre se sale perdiendo, él tenía razón, cuando salimos el viejo ya no estaba. Nos dirigimos a almorzar, me comentó que me notaba tensa y dijo, -no va a pasar nada el viejo ya ni se acuerda del episodio, confía en mí-. Estaba incómoda, prefería salir de allí, ya no bebas más -dijo-, crees que lo sabes todo, le pregunté, me sonrió y dijo, te admiro y se que no me amas, pero voy a luchar, por que hay cosas que vale la pena luchar y tu vales la pena, le pedí disculpas por mi agresividad.
Llegamos a Francia por la noche, con una niebla espesa, -Estamos en Saint-Savin- dijo con alegría, cuando le pregunte por qué este lugar, dijo que allí se encontraba la casa que quería que yo viera y continuó diciendo, aquí reencontré mi camino y entendí la falta que hacías en mi vida. Vamos a conseguir un hotel y después iremos a un buen restaurante. Nos reímos. -Que la Virgen nos proteja de aquí en adelante- dijo, al ver que no le contestaba “amen”, me cuestionó y le conteste que tenía mucho que la religión había dejado de ser importante en mi vida. Pero todavía rezo, -le dije- no se si creo, cuando intente amar fui pisoteada, Dios debió cuidar mis sentimientos. Nos fuimos en busca de una habitación, se convirtió en un reto encontrar una, le sugerí que fuéramos a otra ciudad, entonces comenzó a contarme una historia, dos amigos van al bar, uno le pregunta al otro que cuál es la razón de su éxito, el otro responde, hasta hace algunos días había estado viviendo el “Otro”, aquel que me enseñaron a ser, que cree que la obligación de un hombre es ver la manera de reunir dinero para no morir de hambre y que descubre que esta vivo sólo cuando sus días en la tierra están a punto de terminar, aunque sea demasiado tarde, ¿tú quién eres? Le pregunta, soy lo que es cualquiera que escucha su corazón, que siente alegría y entusiasmo por lo que hace. Sólo que el Otro, (temiendo desilusionarle) no me dejaba actuar. Es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños que ser derrotado sin siquiera saber porque se esta luchando, ser lo que realmente siempre deseamos, desde que expulsé al Otro de mi vida, la energía divina obró sus milagros.
La historia sacaba a flote mis miedos e inseguridades. Las cosas se pusieron del lado de los soñadores y encontramos una habitación con dos camas separadas, después de cenar salimos a sentarnos al borde de una fuente con una botella de vino. Comencé a hablar de amor, le dije que el amor se parecía a una droga que a pesar de que te hace daño no puedes dejarlo y terminas por hacer cualquier cosa por conseguirlo, le pareció un ejemplo horrible, se quedo un largo rato mirando la niebla, pensé que se había cerrado el asunto, mi corazón latía más aliviado, pasamos un rato bebiendo, sin conversar de cosas serias, se levantó y fue en busca de otra botella de vino, cuando regresó, nos quedamos en silencio, no era un silencio como cuando viajamos en el coche, no era el silencio de mi corazón asustado. Sentí su mirada, le pedí que me contara su vida. No tengo grandes misterios en mi camino, -respondió- hago lo posible por recorrerlo con dignidad, le pregunte por que esa ciudad cambió su rumbo. No estoy seguro, por eso te traje, me quiero entregar para que ella me ayude a tomar la mejor decisión. ¿Quién? Le pregunte. -La Virgen-, es impresiónate que sigas conservando la misma fe. La perdí y la recuperé -continuó-. La Virgen comenzó una nueva era de gracia, es la novia cósmica, se abre al cielo y se deja fertilizar, permite que Dios venga a la tierra y se convierte en la Gran Madre, ella es el rostro femenino de Dios. -Sus palabras me parecen blasfemia.- Es difícil de explicar, -me dice- aquí traigo algo que quiero que leas, le pido que me lo explique él y continua diciendo. Su símbolo es el agua, usa el agua para manifestarse, la Diosa, la Virgen María, la Shechinah judaica, la Gran Madre, Isis, Sofía, sierva y señora, esta presente en todas las religiones de la Tierra, -sus ojos brillaban- generalmente escoge este medio para manifestarse. Tal vez por que es la fuente de la vida, se nos genera por medio del agua durante nueve meses. Y como soy católico logro vislumbrarla como la Virgen María. Me toma de la mano y me lleva hasta una Cruz con la imagen de la Virgen. Comenzó a contarme la historia de una niña llamada Bernadette, se le apareció una mujer vestida de blanco con rosas doradas a sus pies, después de varias apariciones le pidió que cavase un agujero en el suelo, broto agua, entonces la mujer le revelo su nombre, -“Soy la Inmaculada Concepción”-. El 16 de Julio aparece por última vez. Bernadette entra en un convento, cambiando por completo el destino de la pequeña aldea, de la fuente sigue brotando agua y los milagros se suceden, la historia recorre el mundo entero, Bernadette muere y es enterrada lejos de allí. La historia de Bernadette parece presentarse delante de mis ojos, en la bruma que nos envuelve. ¿Tú la ves? Le pegunté. -Sí-. ¿Por qué me has contado toda esta historia de Bernadette. -Quizás porque quería mostrarte que mi mundo no es tan solitario y loco como puede parecer.
Martes, 7 de Diciembre de 1997
Leí el manuscrito y me sentí feliz, antes de cerrar los ojos hice el “ejercicio del otro”. Como me gustaría estar viviendo aquel momento. El amor es siempre nuevo. No importa que amemos una, dos o diez veces en la vida, es el alimento de nuestra existencia. Es necesario buscar el amor donde esté. Mi corazón me decía que estaba enamorada. Cuando desperté, él miraba hacia las montañas -Buenos días, cierra la ventana está entrando mucho frío- Te espero abajo -respondió-, me levanté y abrí de nuevo la ventana, el sol me iluminó el cuerpo y yo no sentía frío, sabía que apartir de ese momento iría a conocer los cielos y los infiernos, a partir de aquella mañana me guiaba el amor, recordé la plaza de Soria cuando le pedía que buscase la medalla; yo sabía lo que me iba a decir y no quería escucharlo por que sabía que un día se marcharía. En aquella época poco entendía del amor, volví a oír la voz de la niña que fui, de la princesa que tenía miedo de amar y perder. En el rincón más escondido de mi alma, yo seguía existiendo. Acepté la invitación, acepte el viaje, decidí correr los riesgos. Y a causa de eso el amor volvió a encontrarme, abría la ventana y el corazón. El sol inundó mi habitación, y el amor inundó mi alma. Salimos y caminamos por la nieve. Estaba feliz y reía de cualquier tontería, mi alma se alegraba de verlo así, -Siempre soñé con estar aquí contigo- me dijo, existe otro motivo para tu alegría, -¿Cuál?- preguntó. Tú sabes que estoy contenta y tú eres responsable de que yo este aquí. -¿Hiciste el ejercicio del otro?-me preguntó, -Sí-, como lo sabes. -Por que tu también has cambiado- dijo. Anduvimos perdidos en el bosque durante casi una hora, entramos a una iglesia, vacía y oscura, nos detuvimos frente a la imagen de María con el hijo en el regazo, cuando vi el dedo del niño fue cuando entendí lo que quería decir. La verdad es que, auque María Lo tuviese en sus brazos el niño Jesús era quien la amparaba. El brazo del niño parecía transportar a la Virgen hasta las alturas, de regreso a la morada de su novio. “El amor nunca viene gradualmente” pensaba mientras lo veía ahí absorto en la contemplación de la Virgen. El día anterior, el mundo tenía sentido sin que él estuviese presente. Ahora necesitaba tenerlo a mi lado para poder descubrir el verdadero brillo de las cosas. -Me preguntaste que dónde había aprendido todo esto- dijo. Acepte el amor de las alturas y me dejé guiar. Recorrí el mundo, conocí gente espiritual buscando las respuestas y descubría que la verdad siempre está donde está la fe, así el hombre es capaz de unirse a Dios. Fui criado en la iglesia católica, pero auque hubiera nacido judío, Dios es el mismo. Entré en un seminario, descubrí que Dios ya no era el justiciero cruel que me asustaba, estábamos de regreso a la inocencia original del Cristianismo. Irónicamente le dije que después de dos mil años entendieron que era necesario que dejaran que Jesús participara de la iglesia, él continuó. Me enseñaron que era necesario aceptar el Espíritu Santo, me gustaría recuperar aquella fe infantil que me había hecho creer en ángeles y milagros, recé para que el Espíritu Santo se manifestase, a medida que lo hacía, una voz más sabia hablaba por mí, -A mí me pasaba lo mismo- te escuchó, dijo, pero la lengua se me había trabado, ¿tienes miedo de decir tonterías? Me preguntó. Si -le respondí-, continuó él. Los apóstoles no tuvieron vergüenza de su ignorancia, tuvieron fe en el Espíritu Santo, basta con creer, aceptar y no tener miedo, si aceptas el don, entonces el don se manifiesta. Lo interrumpí diciéndole que las cosas no funcionan así para mí, he insistí que terminara la historia del seminario. Continuo en el seminario -me contesto- y caminó así el centro de la iglesia, la cabeza me daba vueltas, la presa se había roto, el amor me inundaba el alma y ya no podía dominarlo, un sonido me interrumpió, miré hacia atrás y en una plataforma se encontraba un órgano, él estaba allí, -¡Pilar!-, me grito emocionado y dijo. Que la música sea mi oración este día, y comenzó a sonar el Ave María, sentí una gran necesidad de rezar, hágase tu voluntad, Señor, que Tú entiendas mi amor, es la única cosa que realmente tengo mía. El órgano calló, abrí los ojos y la iglesia estaba completamente a obscuras, salvo por una vela solitaria que iluminaba la imagen de la Virgen, él se acerco, la vela debió iluminar mi rostro y mis lagrimas, me miró y le sonreí. Sentí que ahora era su corazón el que latía más rápido. Mi alma, sin embargo, estaba tranquila y mi corazón estaba en paz. Entonces me di cuenta que queríamos atar nuestras almas al mismo destino, pero existía un seminario y Zaragoza. Dios, no me abandones. Esa noche cenamos con la familia de la casa, les pidió la llave por que saldríamos y regresaríamos tarde, cuando subimos al coche, le dije que no entendía lo del seminario. Siempre te ame -empezó a decir-. Llevaba conmigo la medalla, algún día te la devolvería, tenía miedo de que en tus cartas me dijeras que habías encontrado a alguien. Fue entonces cuando me di cuenta que Dios era muy importante en mi vida. Llegamos a un lugar llamado Lourdes, caminamos por una avenida semidesértica y cubierta por nieve, al fondo se apreciaba una catedral, continuó con la plática. -Pedí a Dios que transformara mi amor por ti en amor para todos los hombres-. Cada minuto que pasaba lo veía más cerca del seminario y más lejos de mí, le pregunte por que me había buscado y por que ahora que lo empezaba a amar me contaba esta historia. Me dijo que una mujer de Saint-Savin, a su muerte heredó sus bienes al seminario, cuando fueron a hacer el inventario, se dio cuenta de la similitud de la vida de aquella mujer con la de él, se imaginaba viviendo en aquel lugar, conmigo y nuestros hijo, hablo con su superior y le contó de su amor por mí, este le pidió que se fuera al mundo y sacara sus dudas. Entonces me entrego una llave, era como si se abriera el cielo. Él serviría a Dios de otra manera: a mi lado. Cuando llegamos a la catedral algunas personas se acercaron para saludarlo, después nos dirigimos a la gruta de donde brota agua, un hombre me dijo que me encontraba en compañía de un hombre muy especial por que hacía milagros, le hice una petición a la imagen de la Virgen, le pedí que ya no me dejara sufrir más, que pasara lo que tuviera que pasar.
Miércoles, 8 de Diciembre de 1993
Un grupo de personas comenzaron a cantar, si ese era su mundo yo quería estar allí y formar parte de él, comenzaba a llover, la música me domino, como si me hipnotizase, me hacía bien, me alegraba el espíritu, comenzaron a hablar en lenguas que yo no conocía, “Tal vez sea este el lenguaje de los Ángeles”, pensé. Él tenia su brazos levantado, decía palabras rápidas y sonreía como si conversara con Ella, “Este es su mundo, pensé”. Aquello empezó a asustarme, había algo que no entendía, ese no era el catolicismo que me habían enseñado, sentí miedo y celos por que su amor era muy grande. -Perdóname, Señora por estos pensamientos.- No lograba concentrarme y adonde había miedo y celos ahora había soledad, comencé a hablar aquella lengua extraña, quizá fue la necesidad de estar cerca de él o necesitaba que mi alma hablara conmigo, pero no lograba hacerlo del todo, le pedí al Espíritu Santo que me ayudara, las palabras empezaron a salir, aquello tenía sentido para mi alma, me sentí libre, un Amor Mayor me acogía en su seno, estaba recuperando mi fe, sentía a la Virgen junto a mí, las palabras salían cada vez más rápido y comencé a llorar, sabía que aquel llanto era un don, -Dios puede ser mujer- dije en voz baja, formamos círculos de ocho personas, la lluvia comenzaba a arreciar, todos fueron pidiendo por alguien, cuando me toco a mí, le pedí a la Inmaculada Concepción que me enseñara a amar como Ella, las personas rezaban, cantaban y bailaban adorando a Dios y a la Virgen María, cuando terminamos, todos nos deseamos feliz día de la Inmaculada Concepción, después todos siguieron su camino, regresamos a Saint-Savin con nuestras ropas empapadas. Apagué la luz para quitarme la ropa y ponerla en el calefactor para que se secaran, debió ver mi silueta desnuda en la oscuridad, me puse una camiseta que me prestó y me acosté. -Te amo- dijo, -Estoy aprendiendo a amarte- le conteste, me senté a la orilla de su cama y le acaricie sus cabellos, -No pienses que soy difícil, he estado con otros hombre y he hecho el amor con personas a las que en realidad no conocía-, se que no fue fácil oír mis palabras, -Hoy por la mañana he recuperado misteriosamente mi virginidad, no trates de entender, solo las mujeres saben lo que digo- le bese levemente los labios y volví a mi cama. Tuve una noche inmensa de paz. El calor del calefactor me despertó, cuando lo busque ya no estaba, la Otra despertó inmediatamente y dijo -desapareció, como todos los hombres- Yo necesitaba ser practica, tomar precauciones. -Se fue- prosiguió la Otra. Él debía tener sus motivos, fue entonces cuando encontré una carta, me avisaba que estaría en el seminario y que volvería por la tarde. Apreté el papel contra mi pecho y me prometí cerrarle las puerta definitivamente a la Otra. En el desayuno la señora de la casa me platicó como Savin cabo y encontró agua en el lugar donde estaba la fuente, así fue como se fundo la ciudad, si alguien busca algo con osadía termina por encontrarlo, -decía-, igual que cuando se busca el amor con coraje, termina por encontrarlo y a la vez terminamos atrayendo más amor. Si una persona nos quiere, todos nos quieren. Del mismo modo, si estamos solos, más solos nos quedamos todavía. Es extraña la vida, termino diciendo. Cuando sentí la llave en el pantalón tome mi café a toda prisa y le pedí a la señora que me indicara la casa de la señora que había muerto. Cuando llegué a la casa y estaba por entrar, alguien dijo mi nombre detrás de mí, no recordaba haberle dicho mi nombre a nadie. Esperé -dijo el hombre- quiero hablar con usted, que pena que la neblina no deje ver la casa, tiene una vista hermosa, -era el superior del seminario- ¿Qué hace usted aquí y como sabe mi nombre? Le pregunte , pero evadió mi pregunte. Vine por que quería verles, dijo. Le hice saber que él se había ido al seminario. No es así, yo vengo de allí -dijo el cura-. Comencé a sentir la misma sensación de la mañana, pero recordé mi promesa, me sentía exhausta. -Resista, es importante-, su comentario me sorprendió y continuo diciendo. La iglesia necesita sacerdotes y él es excelente, pero el precio es muy alto. Sé dónde se encuentra, acompáñeme, ¿qué sabe de la vida religiosa?. Me preguntó. -Muy poco, los curas hacen voto de pobreza, castidad y obediencia, creen saber sobre el matrimonio y el amor, sin ser casados, nos amenazan con el infierno por pecados que ellos también cometen- El padre sonrió. No le pregunté sobre el catolicismo, sino sobre la vida espiritual, la gente pierde su tiempo en las religiones y sectas, así nunca encontraran a Dios, Él esta aquí, basta con mirar alrededor, su encuentro no es fácil, nos pide que sigamos nuestros sueños, pero vivimos de una manera diferente, Él nos quiere ver felices. Para encontrar una vida espiritual no se necesita entrar a un seminario, basta con tener fe y aceptar a Dios. En el camino nos acercamos a una casa, una señora salió al paso y dándole las gracias al padre le dijo -¡El mozo curo a mi marido!-. Él apenas en un instrumento -contesto el padre-. Pasamos a ver al anciano y el padre rezó por él, después continuamos nuestro camino, le pregunte si había sido “él” quien había curado al anciano y me dijo que si. Entonces yo amaba a un hombre que era capaz de curar, -no se culpe- murmuró, como si leyera mi pensamientos, por un momento pensé que el cura había venido a convencerme de que lo dejar, pero yo estaba dispuesta a luchar por él. Padre lo amo, -le dije-. Yo también, -me respondió- y no me gustaría que se ordenase sacerdote, puede servir a Dios de otra manera. Me sorprendía que hablara de esa manera el cura, comenzamos a subir por unos picos nevados y después por un bosque, el cura siguió hablando. En los momentos de transformación aparecen los mártires, afrontan el ridículo, la persecución. Hoy enfrentan algo peor que la muerte. Son consumidos por la vergüenza y la humillación. ¿Qué puedo hacer para evitar el sufrimiento de alguien que quiere entrar al Paraíso antes de tiempo? Nada padre -le conteste-. Lo encontramos de rodillas en medio de la nieve, sin camisa, con la piel amoratada por el frío, se encontraba rezando, el padre se dirigió hacia él, ¿a dónde va? -pregunté-. A decirle que me gusta usted -dijo- y que bendigo su unión, le hice saber que necesitaba pensar, no sabía si tenía la razón. No la tango -dijo- pero tengo que cumplir mi destino. Entones me di vuelta y comencé a caminar de regresó, el cura me siguió y comenzó a gritarme -¿No ve que él la ama?, ¡luche por su amor! En este momento él este decidiendo. Yo quería huir y estar sola para reflexionar, cuando me alcanzó, comenzó a decirme si valía la pena tanto esfuerzo, para que arriesgar todo si al final a las personas se les olvida lo que se les enseñó. ¿Usted cree eso? -le pregunté- entonces no habría escogida la vida religiosa. Muchas veces trato de entender mi destino -dijo- Intento que sean buenos cristianos, y cuando me dicen “¿cómo puedo creer en Dios, cuando existe tanto sufrimiento en el mundo?”, intento explicar lo que no tiene explicación, pero al final no me creen. Yo por mi parte, tenía cada cosa en su sitio. Iba a entrar en un empleo público, enseñar a mis hijos la religión de mis padres, aunque ya no creyese en ella. Hoy estoy decidida a dejar todo eso y seguir al hombre que amo. Felizmente renuncié -Usted dice cosas sabias-, le dije y seguí bajando. Durante el resto del día caminé por el valle. En una iglesia, encendí una vela. Cerré los ojos y repetí las invocaciones que había aprendido el día anterior, a los pocos instantes, el don de las leguas se fue apoderando de mí. Era más fácil de lo que pensaba. “Nuestra Señora, devuélveme la fe, dame la oportunidad de aprender a través de mi amor, que yo sea compañera y aliada del hombre que amo, que él haga todo lo que tenga que hacer…a mi lado.” Cuando regresé a Saint-Savin el ya había regresado, -¿Dónde estuviste?- preguntó. Caminando y rezando -Por momentos tuve miedo de que te hubieras ido, eres la cosa más preciosa que tengo en esta tierra. -Tú también- respondí. Cuando regresábamos a Zaragoza nos detuvimos a comer. -¿Cuándo tienes que llegar a Barcelona? -pregunté-, él no respondió, y su rostro se puso serio. No había casi nadie a esa hora de la noche, fue al teléfono y volvió a la mesa y me dijo -vamonos se nos va hacer tarde, tenemos que llegar a Zaragoza antes de que amanezca-, estás cansado, es mejor quedarnos por aquí. Sus manos tocaron mi rostro, él tendría que pagar el precio: la iniciativa. Porque la mujer paga el precio más alto: la entrega. Leía en sus ojos sus miedos, el rechazo de la noche anterior, el largo tiempo que pasamos separados, los años en el monasterio, en las veces que había imaginado aquel momento. Yo quería decir “sí” que sería bienvenido, que mi corazón había ganado la batalla. Quería decirle cuánto lo amaba, cuánto lo deseaba en aquel momento. Vi que tenía ante él mi “no”, el miedo de perderme, sus ojos empezaron a brillar, entonces solté una de sus manos, cogí un vaso y lo puse en el borde de la mesa, le pedí que lo rompiera, como un gesto simbólico de todo lo que había roto para liberarme y estoy feliz de haberlo hecho. Él clavo su mirada en la mía y deslizó su mano sobre la mesa hasta empujar el vaso al suelo. Él me miraba sonriendo, y yo le devolvía la sonrisa. – No tiene importancia- gritó el chico que atendía las mesas, pero él no le oyó. Se había levantado, me había cogido por los cabellos y me besaba, lo abracé con toda mi fuerza, era un beso que había esperado mucho. Esa noche hicimos el amor como si fuese la primera vez, nos amamos toda la noche, no lo perdería nunca, esas Lenguas me habían dicho que yo no estaba cometiendo ningún pecado. Cuando nos despertamos le dije que no quería ir a Zaragoza. Quiero seguir hasta donde vas tú, -le dije- si vuelvo a Zaragoza no querre salir de allí, necesito destruir los puentes que me ligan con la mujer que fui-. Seguiremos viajando, vamos a tu conferencia pero antes llévame a un sitio donde ya estuvimos cuando éramos niños. Cuando salíamos del hotel, las campanas sonaban, me pidió que fuéramos a la iglesia. Estas campanas son una señal. Él tenía toda la razón, me daría cuenta hasta el día siguiente. Salimos de la iglesia y subimos al coche, viajamos durante cuatro horas hasta el monasterio de Piedra. El techo se había desmoronado, a las imágenes les faltaba la cabeza, excepto a una, todo lo que veía eran ruinas, castillos donde jugábamos juntos, y en los cuales yo buscaba a mi príncipe encantado. En una de las guerras que sacudieron a España, el monasterio fue transformando en cuartel. ¿De quién es la única imagen con cabeza? le pregunté, -De santa Tersa de Ávila, y a pesar de toda la sed de venganza que traen las guerras, nadie osó tocarla, subimos por las largas escaleras de madera. Yo me acordaba de cada detalle de aquel monasterio, los recuerdos antiguos parecen más vivos que los recientes. El mes anterior es una época e la que no quería volver nunca, quizás todo lo que había hecho era por que esta uno condenado a repetir los pasos de las generaciones anteriores, pero ahora el destino me había devuelto lo que era mío. Pasamos la tarde caminando y recordando, llegamos a la cascada, la caída del agua ocultaba una gigantesca gruta. La caverna, ¡Vamos allí! -dijo-. El túnel estaba a obscuras, me apoyaba en su hombro para atravesar al otro extremo de la caverna, mi amado guiaba mis pasos por caminos de tinieblas, sabiendo que volveríamos a ver la luz. A partir de ahora yo también tenía la oportunidad de servir y ayudar. Gracias a él. La luz ilumino la caverna, era un vello espectáculo. Nos quedamos recostados en una piedra sin decir nada. Ahora era el milagro de la madre tierra que nos cobijaba en su vientre. Tango que contarte algo que todavía no sabes -dijo- Todas las personas sobre la faz de la Tierra tienen un don. Yo trabaje muy duro en el seminario, y soy capaz de curar, cuando Dios así lo desea. Mi fama empezó a extenderse y la gente espera fuera del seminario para que yo los auxilie. Sabía que además de curar, tenía la misión de prepara el camino para que Dios-Mujer fuese de nuevo aceptado. Esto tenía un precio, que yo estaba dispuesto a pagar. El don es una gracia que debe llevarse con una vida digna, de amor al prójimo y de trabajo. María tuvo un esposo en la Tierra que trató de demostrar el valor del trabajo anónimo. Aunque sin aparecer mucho, fue él quien proveyó techo y alimento para que su esposa y su hijo pudiesen hacer todo lo que hicieron. Su trabajo tiene tanta importancia como el trabajo de ellos. Lo que quiero decirte es que desde el momento en que te reencontré, supe que no podía hacerte sufrir con mi misión. -Empecé a inquietarme por lo que estaba escuchando-. Aller en lugar de ir al seminario fui a al montaña para conversar con la Gran Madre, si Ella me lo pedía, renunciaría a lo que más quiero: Tú. Entretanto, si fuese posible apartar este cáliz de mi vida, yo prometía servir al mundo mediante mi amor por ti. ¡Que estas diciendo? -le pregunté-. Si seguía por esos pasos -continuó diciendo- jamás tendríamos esa casa con cortinas blancas. ¡No quiero saber de esa casa! Le dije. Quiero acompañarte, formar parte de los que se aventuran primero, ¿no entiendes?, ¡me devolviste la fe!. Tú no sabes el riesgo, -sus ojos imploraban que lo comprendiese-. Ayer le pedí a la Madre que me retirase el don. Quiero vivir una vida humilde, te necesito a ti. Me dijo que cuando hablo por teléfono en el bar, cancelo su conferencia en Barcelona, me pedía que fuéramos a Zaragoza para empezar allí. Yo ya no podía pensar, me levanté y comencé a caminar. “A orillas del río piedra me senté y lloré” cuando salí era de noche, saque mis cosas del coche y comencé a caminar sin rumbo, hasta que regrese a los jardines del monasterio. Es fácil sufrir por amor a una causa. O a una misión: eso sólo engrandece el corazón del que sufre. Pero ¿cómo explicar el amor por un hombre?. Esa noche me acosté en el suelo helado, temblé más de una hora y la paz llego, empecé a oír la voz de mi madre, contándome la historia que me contaba cuando era niña. Cuando desperté estaba en un convento, una mujer me dijo, -La señora casi se ha muerto-, el día anterior me volvía a la mente, me llevo hasta la cocina y tomamos café, me devolvió la bolsa y me pidió que la revisara. No tenía nada, -le dije-. Tiene su vida, hija mía, cuídela mejor -me respondió-. Comencé a platicarle lo que me había ocurrido el día anterior en la iglesia. Un grupo de jóvenes tocaban los violines, nos sentamos a escucharlos, después entro un señor muy alegre y les pidió que tocaran un paso doble, no lo hicieron pero tocaron un canción flamenca, los que entraba se contagiaban con la alegría de la música, cuando salíamos vimos que todos los habitantes del pueblo se dirigían a la iglesia, quizás por que las misas eran muy animadas, entonces se aproximo un cortejo fúnebre, los músicos interrumpieron la música y comenzaron a tocar un réquiem. La mujer salió y cuando regreso traía papel y una estilográfica, salimos cuando empezaba a amanecer. No es casualidad que la señora se perdiera ayer, -comenzó a decir- Sólo vio la tristeza del fin, olvido los momentos alegres que paso allí dentro. Escriba todo lo que esta sintiendo, saque las cosas de su alma, dicen que todo lo que cae en el río piedra se transforman en piedra, deje su sufrimiento allí. El amor permanece, son los hombres los que cambian.
Fui al río y llore hasta desahogarme y comencé a escribir. Todas las mañanas iba a orillas del río Piedra. Cierta mañana, cuando ya estaba llegando al final del manuscrito, oí el ruido de un coche, sin levantar los ojos sentí su presencia, -Pilar- dijo, sentándose a mi lado, yo no respondí, mi corazón daba brincos tratando de liberarse de mi pecho y correr al encuentro de él. Pero yo no le dejaba, él se quedó allí sentado, mirando el río, pasamos así toda la mañana -sin decir palabra-, cuando mi mano no aguantó más me detuve un poco. Cuando salí de la caverna -comenzó a decir- y no logré encontrarte fui hasta Zaragoza, recorrí Soria entero hasta el monasterio de Piedra para ver si te encontraba, una mujer me dijo que me habías esperado todos los días. Los ojos se me llenaron de lágrimas. -Me quedaré sentado a tu lado mientras estés aquí. Y si te vas a dormir, dormiré delante de tu casa. Y si viajas lejos, te seguiré los pasos. Hasta que me digas: vete, pero te amaré por el resto de mi vida-, no podía ocultar el llanto. Vi que él también lloraba. Quiero que sepas una cosa -dijo-. Lee respondí, dándole los papeles que tenía en el regazo. -Gracias fue su primera palabra cuando me devolvió los papeles-. Y perdón. A orillas de río Piedra me senté y sonreí. -Tu amor me salva, y me devuelve los sueños -dijo-. ¿Crees que recuperarás tu don? Le pregunté. -No lo sé. Pero Dios siempre me dio una segunda oportunidad en la vida. Me la está dando contigo.
Me cogió de las manos y me levantó. Vete a buscar tus cosas -dijo-. Los sueños dan trabajo.
Personajes
Pilar: Personaje principal. Es una mujer con muchas dudas e inseguridades con respecto al amor y una fe perdida, pero con un deseo enorme de amar y encontrar lo que toda mujer sueña.
Él: Personaje secundario. Seminarista de quien se enamora Pilar. Persona que encuentra el significado de la vida espiritual y tiene que decidir entre la continuidad a servir a Dios por completo o servir junto a la mujer que ama.
Brida: La pelirroja. Mujer convencida de que el lugar de la mujer en la tierra va más allá de lo apenas reconocido.
El Cura: Padre del seminario, de estatura baja, regordete y escaso cabello cano. Reconoce que su trabajo no es fácil y hace todo lo posible para que el Seminarista no sufra todo lo que implica una vida espiritual y realizador de Milagros.
La mujer: Mujer del convento que atendió a Pilar durante su recuperación, además de ser comprensiva con su sufrimiento.