Edipo en Colono es una tragedia griega escrita por uno de los tres grandes trágicos de la antigüedad, Sófocles, durante el denominado «siglo de Pericles». Aunque haya sido escrita con posterioridad, los hechos de la obra suceden a Edipo rey y anteceden a la tragedia de Antígona.
Edipo, ciego y avanzado en edad, y su hija (y hermana) Antígona arriban a Colono ─una aldea en los alrededores de Atenas─ luego de una larga caminata. Fatigado, el antiguo rey de Tebas reposa su cuerpo sobre una roca. Antígona advierte que el lugar en el que se encuentran parece estar consagrado a una divinidad, pues avista «laureles, olivos y viñas». Un habitante del lugar se aproxima a ellos con cierta prisa y, confirmando la suposición de Antígona, les ordena que se retiren. Pero Edipo, que tonto no era, le interroga sobre en qué patria se encuentran exactamente y por quién está gobernada. El extranjero menciona a Teseo, mítico rey de Atenas. Es entonces cuando Edipo le pide que llame inmediatamente a su rey puesto que tiene algo que ofrecerle a cambio de su hospitalidad. Pero el extranjero decide, por el contrario, comunicarle a todos los ciudadanos de Colono sobre la aparición de este personaje, para que ellos, en lugar del rey, decidan su suerte.
Aquí es cuando ingresa a la escena el Coro, conformado por los ancianos de la ciudad de Colono a quienes había llamado el extranjero. Una vez que logran apartar a Edipo del recinto sagrado, le interrogan acerca de su nombre y orígen. La tragedia del desdichado que mató a su padre y se casó con su madre había ya penetrado los oídos de toda grecia y, al enterarse el Coro de su identidad, desiste de brindarle asilo. El Corifeo, quien en las tragedias griegas conduce al Coro, asegura que hospedar a semejante hombre despertará la ira de los dioses. Pero Edipo, con su fascinante retórica, logra convenverlos para que sea Teseo quien finalmente tome la decisión. Así, el Corifeo envía un mensajero para que enteren al rey de lo que ha sucedido.
De pronto, durante la espera, se presenta inesperadamente Isemene, hija de Edipo y hermana de Antígona. Las nuevas que trae consigo son las siguientes: Etéocles y Polinices, hijos de Edipo, aunque todavía menores, se disputan el trono de Tebas. El primero logra su cometido y destierra a su hermano de la ciudad. Pero Polinices traba amistad con la ciudad de Argos, y junto con los aliados que allí ha cosechado planea una ofensiva. Esto no es todo: recientes visitas al oráculo de Apolo han revelado que los tebanos están en busca de Edipo, puesto que quieren mantenerlo cerca de la ciudad para que una vez fallecido se lo pueda enterrar allí, para evitar que, ante la falta de rendirle los honores sepulcrales correspondientes, se desate una nueva peste sobre la ciudad.
El Corifeo le solicita a Edipo que haga los sacrificios pertinentes por haber descansado sobre suelo destinado a la divinidad. Por su invalidez, es su hija Ismene quien se encargará de esta tarea.
Una vez llegado al lugar Teseo con su escolta, dialoga con Edipo, quien le ofrece con su cuerpo la prosperidad de Colono ─según lo dicho por el oráculo─ a cambio de hospitalidad en aquel país. Y con gusto el amable rey accede a su petición.
Sucede que Creonte ─actual rey de Tebas y antigüo cuñado de Edipo─ irrumpe la escena con sus hombres armados. Pretende convencer, no sin hábil discurso, a Edipo para que regrese a su tierra. Pero ante la negativa de este último, Creonte confirma haber raptado a Ismene y ordena a su escolta que tome por la fuerza a Antígona. Rápidamente proceden y se la llevan cautiva.
Teseo es informado de la situación y envía a sus hombres armados para que recuperen a las hermanas. Con éxito llevan a cabo estos su misión, y Antígona e Ismene son retornadas a Edipo. Luego de los agradecimientos pertinentes de este último hacia el Rey, se informa que un hombre de Argos se ha presentado en la ciudad y exige hablar con Edipo. Se trata no menos que de su mismísimo hijo, Polinices. Mientras que en un principio se rehusa a escucharlo, termina cediendo ante las súplicas de Antígona.
Así es como Polinices expresa su petición: puesto que encabeza un ejército, constituido por las amistades de las que se valió en Argos, para recuperar su trono en Tebas ─usurpado por su hermano menor Etéocles─ le suplica a su padre que esté de su lado en dicha empresa, por cuanto los oráculos han revelado que la victoria será de quien reciba su ayuda. Pero Edipo, una vez lo hubo escuchado atentamente, no olvida el trato que recibió de sus propios hijos en su peor momento (esto es, durante la tragedia de Edipo rey), por lo que le niega terminantemente su auxilio. Y Polinices, aceptando la negativa de su padre, obstinadamente decide encaminarse a Tebas para librar la batalla.
Comienzan a escucharse algunos truenos, cada vez más frecuentes, y Edipo entiende que su hora ha llegado. Por ello es que manda a llamar a Teseo para que regrese al lugar inmediatamente. Quiere agradecerle por sus favores entregándole su cuerpo y haciéndolo enterrar cerca de la ciudad, para que la dicha esté con los atenienses. Edipo, guiado por los dioses, se dirige al lugar en el que debe morir, y esto ocurre efectivamente. El único en presenciar la muerte fue Teseo, tal como la voluntad del ciego lo solicitaba.
Finalmente, Antígona e Ismene, tras llorar la muerte de su padre, piden a Teseo que las dirija nuevamente a su tierra, Tebas, para detener la muerte de sus hermanos.