Resumen de El mandarín (Eça de Queirós)

«El mandarín» nos presenta a Teodoro, un gris funcionario lisboeta, que vive en una pensión y cuyos máximos placeres consisten en ojear el periódico mientras engulle un bistec, tomar una tacita de café, o comprar libros desparejados de segunda mano. Es en esa circunstancia cuando, justo entre la vigilia y el sueño, irrumpe lo extraordinario en la vida de Teodoro. Recibe la visita de un demonio, que le propone un pacto terrible: obtener un inmenso cúmulo de riquezas a cambio de ser el causante de la muerte de un mandarín al otro lado del mundo.

El diablo así actúa como el gran tentador, y Teodoro, Jesús en el desierto. Pero Teodoro no posee la integridad moral suficiente para negarse a ello: es demasiado fácil conseguir una riqueza sin igual sólo con agitar una campanilla.

A partir de ese momento, la vida de Teodoro cambiará radicalmente, y aunque luego éste tome diversas decisiones (entre las que se incluye un peregrinaje hasta China), las cosas no volverán a su cauce. Porque, al igual que al protagonista de ‘Crimen y castigo’, a Teodoro su crimen le reconcome. O más bien el muerto no le deja tranquilo. Por lo que deberá poner solución al entuerto.

La tentación, la llamada del deseo, de la carne trémula es uno de las causantes de que Teodoro acepte el pacto. «Sólo quiero llamar la atención sobre un hecho», le dice el demonio, «existen seres que se llaman Mujeres, diferentes a aaquellos que usted conoce, y que se denominan Hembras». Eça de Queirós utiliza con acierto un sutilísimo tono erótico para hablar de esas mujeres que Teodoro ansía, y para mí esa prosa sensual, aunque sea poca, es uno de las grandes pinceladas finiseculares del libro.

La segunda parte del libro transcurre en un ambiente exótico donde el protagonista, pese a ser maduro y más bien feo, obtiene el placer de las aventuras amorosas; no sabemos si también por gracia del diablo, de su dinero o de su atractivo personal. Pero las cosas no acabarán de funcionarle.

Al principio Teodoro se dedica a disfrutar de su recién adquirida riqueza, pero le van invadiendo los remordimientos, ya que se considera culpable de la muerte de Ti Chin Fu, e imagina que sus legítimos herederos pueden encontrarse en la indigencia por su causa. Por ese motivo, decide viajar a China para reparar su crimen. En Pekín conoce a un general ruso, llamado Kamilov, y a su esposa (con la que mantiene una relación adúltera). Siguiendo el consejo de Kamilov, viaja a la provincia en que vivía Ti Chin Fu, pero es asaltado por unos bandidos y dado por muerto. Es recogido por unos sacerdotes lazaristas, quienes lo cuidan hasta que, repuesto, puede regresar a Pekín. Desde allí retorna a Europa, decidido ya a quedarse con su fortuna, pero de nuevo le asaltan los remordimientos. Suplica al Diablo que se quede con sus riquezas y resucite al mandarín, pero éste le dice que ya es imposible. Teodoro, sintiéndose morir, hace testamento y lega sus millones al Diablo.

Fuentes: papelenblanco.com, Wikipedia.