Desde los tiempos más remotos el hombre se ha preguntado el por qué de su presencia en la Tierra; y no sólo de la suya sino también de todo lo que lo rodea. En los tiempos más modernos el tema del origen de la vida parece un duelo persistente a la inteligencia humana. Y este libro trata de darnos una explicación científica y lógica a esa incógnita. Dos son las posturas que a la vez son contradictorias entre sí, la primera es el materialismo y la segunda el idealismo junto con la religión; este libro propone la teoría de Alexandr Oparin la cual nos explica en resumidas cuentas que lo vivo surge a partir de lo no vivo.
Capítulo I: “La lucha del materialismo contra el idealismo y la religión en torno al problema del origen de la vida”
¿Qué es la vida, cuál es su origen? ¿Cómo han surgido los seres vivos que nos rodean? La respuesta a estas preguntas constituye uno de los más grandes problemas de la ciencia. Ya que siempre se ha entablado en torno a él una encarnizada lucha ideológica entre los dos campos filosóficos irreconciliables: el materialismo y el idealismo. Los idealistas desde siempre han considerado la vida como manifestación de un principio espiritual supremo inmaterial, al que dan el nombre de alma; todas las religiones del mundo coinciden en que un ser supremo (Dios) proporciono un alma viva a la carne inanimada y perecedera, y que precisamente esa partícula eterna del ser divino es lo vivo. Según las ideas de Platón, la materia vegetal y animal por si sola, carece de vida y solo puede vivificarse cuando el alma inmortal le “psique”, se aloja en ella. En cambio Aristóteles se dedicó a describir un sin numero de animales que según él surgía espontáneamente, además de que dio a este fenómeno una base teórica. Todas las escuelas romanas y griegas de filosofía compartieron esta idea de Aristóteles. Entre los neoplatónicos, Plotino, jefe de esta escuela filosófica, enseñaba que los seres vivos habían surgido en el pasado y surgían aún cuando la materia estaba llena de un “espíritu vivificador” (alma). Las autoridades de la teología llamados padres de la Iglesia, fundieron las leyendas de la Biblia con las doctrinas de los neoplatónicos. El obispo Basilio de Cesárea decía que por voluntad divina la Tierra había engendrado de su propio seno a todas las plantas y animales. El “beato” Agustín, una de las autoridades más importantes de la iglesia católica consideraba que la generación espontánea de los seres vivos era una manifestación del arbitro divino. La iglesia católica pensaba que las ideas de Aristóteles eran un tanto peligrosas, ya que contradecían en cierto punto lo que ellos enseñaban, sin embargo cuando descubrieron que podían sacarle provecho elevaron a Aristóteles al rango de “precursor de Cristo en los problemas de las ciencias naturales” Tomás de Aquino en sus obras enseña que los seres vivos surgen al ser animada la materia inerte y que los lagartos sapos, ranas y demás reptiles surgían al pudrirse el fango marino. También Demetrio defendía en sus obras el principio de la generación espontánea. En el siglo XIX se atestó otro golpe a las ideas religiosas con las obras de Carlos Darwin, K. Timiriazev, los hermanos A. Y V. Kovalevski, I. Mechnikov y F. Engels. Engels rechazó la idea de que la vida se puede originar independientemente de las condiciones del medio ambiente, consideraba la vida como un producto del desarrollo de la materia. La mayoría de los autores extranjeros que abordaban esta cuestión como por ejemplo: Devillers, en Francia y Alexander en Norteamérica lo hacen por demás simplista ya que ellos solo se limitaban a decir que de forma casual gracias a “feliz” conjunción entre átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y fósforo surgió de forma casual un gen que fue el principio de la vida. El mendelismo-morganismo se esfuerza por desarmar en el terreno ideológico a los biólogos que luchan contra el idealismo, con la idea de que no se pude solucionar el problema del origen de la vida viendo todo de manera materialista. Las modernas ciencias tienen planteada la tarea de trazar un cuadro acertado de la evolución sucesiva de la materia que ha conducido a la aparición de los primeros seres vivos.
Capítulo II: “Origen primitivo de las sustancias orgánicas más simples: los hidrocarburos y sus derivados”
La etapa inicial del origen de la vida debió ser la formación de las plantas y animales, lo primero que los distingue es que en su composición entra el carbono como elemento principal. En las substancias orgánicas el carbono está combinado con otros elementos como él: hidrógeno, el oxígeno, nitrógeno, azufre y fósforo. Las sustancias orgánicas más simples son los hidrocarburos. ¿Cómo han podido formarse estas sustancias en nuestro planeta? La respuesta más lógica podría ser que al momento de formarse el Sol la nube gaseopulverolenta diera origen a los planetas y a la
vida primitiva, ya que en esta nube se encontraron restos de hidrocarburos y agua, todo lo necesario para crear las primeras sustancias orgánicas primitivas. A consecuencia de las reacciones de los hidrocarburos y sus derivados oxigenados se formaron cuerpos cuyas moléculas contenían distintas combinaciones entre: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. Así fue como aparecieron las numerosas sales amoniacas como las amidas y aminas.
Capítulo III: “Origen de las proteínas”
Las proteínas desempeñan un papel muy importante en la formación de la “sustancia viva”, así que por medio de numerosas investigaciones se llego a la conclusión de que al combinarse entre sí, las moléculas de las sustancias orgánicas llegaron a formar moléculas de proteínas las sustancias más complejas, pero también las más importantes para la vida. Estas moléculas contienen muchas decenas de miles de átomos, que están ordenados en riguroso orden, formando largas cadenas con numerosas ramificaciones laterales. Sin embargo debemos tener presente que las moléculas de aminoácidos que forman la cadena proteínica, no están unidas entre sí de cualquier modo, al azar, sino en un orden riguroso, propio y exclusivo de esa proteína. Tal estructura hace posible la existencia de una variedad infinita de proteínas. Por consiguiente es posible pensar que en una época remota en la Tierra en su capa acuosa pudieron y debieron formarse sustancias proteinoides, esas “proteínas primitivas” no podían sé exactamente iguales a las proteínas que conocemos en la actualidad. En sus moléculas los aminoácidos estaban unidos por los mismos enlaces que las proteínas modernas, la única diferencia consistía en que la disposición de las cadenas proteínicas era menos ordenada. Las sustancias orgánicas se encontraban simplemente disueltas en las aguas del océano, con sus moléculas dispersas en ellas sin orden ni concierto. Faltaba aún la estructura, la organización que distingue a todos los seres vivos.
Capítulo IV: “Origen de las primitivas formaciones de coloidales”
Las sustancias orgánicas de bajo peso molecular, como, por ejemplo, los alcoholes o los azúcares, al ser disueltas en el agua se desmenuzan en grado muy considerable y se distribuyen uniformemente por toda la solución en forma de moléculas sueltas que permanecen más o menos independientes una de la otra. Por eso, sus propiedades dependen fundamentalmente tan solo de la estructura de las propias moléculas, de la disposición que adoptan en ellas los átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno, etc. Pero a medida que va aumentando el tamaño de las moléculas, a estas leyes sencillas de la química orgánica vienen a añadirse otras nuevas, y más complicadas, cuyo estudio es objeto de la química de los coloides. Las soluciones más o menos diluidas de bajo peso molecular son sistemas perfectamente estables en los que el grado de fraccionamiento de la sustancia y la uniformidad de su distribución en el universo no se alteran por sí solos. Por el contrario, las partículas de los cuerpos de alto peso molecular dan soluciones coloidales que se distinguen por su inestabilidad. Bajo la influencia de diversos factores, estas partículas tienen la tendencia a combinarse entre sí y a formar verdaderos enjambres, a los que se les da el nombre de agregados o complejos. Ocurre con frecuencia que este proceso de unión de partículas es tan intenso que la sustancia coloidal se separa de la solución formando un sedimento. Este proceso es lo que llamamos coagulación. Esta misma propiedad la tiene el protoplasma de los organismos vivos. Esta adaptación a las condiciones del medio ambiente no puede ser el resultado de simples leyes físicas o químicas. Tampoco bastan para explicarla las leyes de la química coloidal. Por eso al originarse los seres primitivos, debieron aparecer, en el proceso evolutivo de la materia, nuevas leyes, que tenían ya un carácter biológico.
Capítulo V: “Organización del protoplasma vivo”
Con el estudio concreto del protoplasma se determino que no hay ninguna estructura que recuerde a una máquina, ni siquiera a las de máxima precisión. La masa fundamental del protoplasma es líquida; es un coacervado complejo, integrado por gran número de sustancias orgánicas de elevado peso molecular, entre las que figuran: las proteínas y lipoides. En esa sustancia coacervática fundamental flotan libremente partículas filamentosas coloidales, tal vez gigantescas moléculas proteínicas sueltas, y más probablemente, verdaderos conglomerados de esas moléculas. Las partículas son todavía tan pequeñas que no se les puede ver ni siquiera con ayuda de los microscopios modernos más perfectos. Pero al mismo tiempo, en el protoplasma existen elementos visibles. Al unirse entre sí para formar grandes enjambres o montones, las moléculas proteínicas y de otras sustancias pueden destacarse de la masa protoplasmática en forma de gotas pequeñas, pero visibles ya al microscopio, o constituyendo una especie de coágulos, con una estructura determinada a los que se da el nombre de elementos morfológicos: el núcleo, las pastidulas, las mitocondrias, etc. Desde un punto de vista puramente químico, el recambio de sustancias o metabolismo es un conjunto de innumerables reacciones, relativamente sencillas, de oxidación, reducción, hidrólisis, condensación, etc. Lo que distingue en forma específica al protoplasma es que en él están distintas reacciones están organizadas en el tiempo de determinado modo, combinándose para formar un sistema único e integral. Estas reacciones no se producen al azar, caóticamente, sino en sucesión rigurosa, en determinado orden armónico. Tan solo la unidad dialéctica del organismo y el medio, que únicamente pudo surgir sobre la base de la formación de sistemas individuales de orden plurimolecular, fue la que determino la aparición de la vida y todo su desarrollo ulterior en nuestro planeta.
Capítulo VI: “Origen de los organismos primitivos”
Los coacervados que aparecieron por primera vez en las aguas de los mares y océanos aún no tenían vida. Sin embargo ya desde su aparición llevaban latente la posibilidad de dar origen, en determinadas condiciones del desarrollo, a la formación de sistemas vivos primarios. Las proteínas dotadas de una determinada estructura, propias de cada sistema coloidal, ya no se combinan entre sí al azar, sino con estricta regularidad. En fin de cuentas apareció otra forma nueva de materia. Así fue como se produjo ese “salto” dialéctico que significo la aparición de los seres vivos más simples en la superficie de nuestro planeta. La estructura de esos sencillísimos organismos primitivos era ya mucho más perfecta que la de los coacervados. Fueron pasando los años, la estructura de los seres vivos se iban adaptando más y más a las condiciones en que se desarrollaba la vida. Hace más de quinientos millones de años la vida se hallaba concentrada aún en los mares y océanos. En el período silúrico aparecen las primeras plantas terrestres. Hace 350 millones de años aparecieron peces auténticos y otros parecidos a los tiburones actuales. Pasan otros 100 millones de años, llega el período carbonífero y aparecen en la Tierra espesos bosques en los que crecen gigantescos helechos, la cola de caballo y el licopodio. Hace 225 millones de años comenzó el reino de los reptiles. Hace 35 millones de años comenzó el reino de las aves y de las fieras. En el curso de la segunda mitad del período terciario, los mamíferos se van pareciendo cada vez más a los actuales. Hace un millón de años aparecieron en la Tierra los pitecántropos, monos hombres que forman el eslabón intermedio entre el mono y el hombre. Durante el cuaternario, en los duros tiempos del último período glacial, en el siglo del mamut y del reno boreal, ya vivían en la Tierra hombres auténticos, que por la constitución de su cuerpo no se distinguían de los actuales.