Resumen de El Periquillo Sarniento (J. J. Fernández de Lizardi)

“Vida y hechos de Periquillo Sarniento escrita por él y para sus hijos”, es el título completo de esta novela publicada originalmente en tres tomos en el año de 1816. La influencia de la Picaresca Española –narración en primera persona, acumulación de aventuras, tendencia a subrayar la importancia de seguir siempre el buen camino, personajes maniqueos- es notoria de principio a fin, después de todo, el Periquillo Sarniento es considerada la primera novela de América Latina. Fernández de Lizardi; El Pensador Mexicano, la escribió con el propósito de educar antes que divertir. Por ello, el Periquillo es el instrumento del Pensador para sus fines didácticos. Son los años de la independencia; los criollos buscaban la identidad nacional que recién se estrenaba. La divulgación de las buenas costumbres era necesaria para los tiempos. De ahí que la obra se exceda en consejos y regaños. Pasaje tras pasaje, el Periquillo aconseja al lector tomando como ejemplo su disipada, aunque divertida vida. En el capítulo cinco de la segunda parte, se leen las intenciones del autor: que se infunda amor a la virtud, aborrecimiento al vicio y diversión.

No existe un conflicto, como tal, en toda la novela. Todo se reduce a una sucesión de aventuras que van de la orfandad del Periquillo hasta su conversión al correcto y ejemplar camino. La obra consta de tres partes; de XXI, XV y XVI capítulos respectivamente. Los capítulos tienen títulos del tipo: cap. XVIII. Vuelve en si Perico y se encuentra en el hospital. Critica los abusos de muchos de ellos. Visítalo Januario. Convalece. Sale a la calle. Refiere sus trabajos. Indúcelo su maestro a ladrón, él se resiste y discuten los dos sobre el robo. De modo que por cuestión de espacio nos ahorramos, por esta vez, los títulos. La obra resulta divertida hasta que el narrador impone su punto de vista -moral- sobre el asunto. Lo anterior no deja de resultar curioso pues; primero nos narra sus excesos y luego nos recomienda gentilmente, abstenernos de caer en tentaciones ya que no conducen a nada bueno. Ni hablar, una nación se encontraba en pañales.

La obra del Periquillo, está dedicada a sus hijos y a todo aquel que desee prestar oídos a sus desventuras y quiera recapacitar sobre sus malos actos que mal terminarán.

Pedro Sarmiento nos cuenta su vida: nace en México en tiempos de la Nueva España. Niño de varias nodrizas acostumbrado a conseguir todo, llorando. Hijo de madre sobreprotectora y padre consentidor de sus deseos. No son ricos pero tampoco pobres, aún así, Pedrito utiliza el berrinche como arma y escudo. En la escuela le pusieron Periquillo por su debilidad al hablar y Sarniento pues alguna vez enfermó de sarna. Desde entonces, el Periquillo admite haber cometido el error de no saber escoger, o mejor dicho preferir las amistades de dudosa integridad, a las finas y educadas. Los maestros particulares y los cambios de escuela suceden uno tras otro. Nadie ponía orden en el Periquillo. Entonces su padre, consiente de que su hijo no será jamás un buen estudiante, le propone escoger algún oficio para que entre de aprendiz. Su madre se escandaliza pues no considera digno que su hijo se ensuciara las manos. El padre insiste pues no ve otro camino y nada indigno esconde saber un oficio. La madre también insiste pero a su manera, a medio camino entre el chantaje y la comedia, al final termina por convencer a su enamorado (y débil) esposo.

Conforme avanza la narración, el Periquillo insiste en hacernos recapacitar de todas sus decisiones mal tomadas, así pues, de varios y mañosos tratos, convence a su ejemplar padre de sus ganas de estudiar gramática latina. Para tal motivo, el padre le consigue al mejor maestro y así pasa un tiempo entre estudios y pintas.

Al término de sus estudios, el Periquillo ingresa al colegio de San Ildefonso a estudiar el bachillerato con especialidad en filosofía. Hablador como siempre, se las ingenia para impresionar a todos, mas fueron mañas y malas costumbres, como el billar y el albur, en lo que se aplica con rigor. El día de su graduación, fue tal vez, el más dichoso de sus padres, quienes se enorgullecían del notable cambió del hijo descarriado. El adolescente Pedro Sarmiento se recibe de bachiller en artes. Su ego se desboca en proporción a sus berrinches. A pesar de eso, el padre lo convence de ir a “aprender” a una hacienda de un gran amigo.

El Periquillo cuenta su llegada a la hacienda, y la pronta amistad que hace con la señora de la casa quien tiene noticias de él por Januario –un amigo de la infancia y compañero del colegio- De hecho el Januario, o Juan Largo, era más que su compinche en ligeras fechorías, era el culpable de que su nombre fuera sustituido por el mote que llevará de por vida: el Periquillo Sarniento. Januario es además, el sobrino del amo.

Para tan grata llegada, se había organizado una comida. El Periquillo alardea de mucho conocimiento pues quiere impresionar a todos, sobre todo a la prima del Januario pero un vicario presente lo corrige y aconseja. El Periquillo se sorprende de su revés. Impresionado, platica con el vicario y manifiesta su deseo de dedicar su vida a Dios. A su vez, le pide que cuestione a Januario pero el mancebo religioso le explica que la venganza no es digna de los hombres de bien. Durante la cena ocurren otros incidentes y ahora le toca a Juan Largo quedar en ridículo.

Todos en la hacienda simpatizaron con el narrador, salvo el Januario que no dejaba de sentir envidia por su amigo quien además, pretendía a su prima. Aprovechándose de ésto, Januario le tiende una trampa. Le dice que su prima le corresponde y que desea verlo por la noche en su recámara. El Periquillo deposita la fe en las palabras de su amigo y acude a la cita. Sin embargo, no resulta ser la bella prima a quien encuentra bajo las cobijas, sino a la madre, quien advertida por su sobrino de que el tal Periquillo, además de ser un bribón es un pícaro con malas intenciones, decidió por ella misma comprobarlo. De más está decir que fue su último día en la hacienda.

De nuevo en casa, su padre le propone dos caminos en la vida: estudiar para abogado o medico. Si no le gusta estudiar, le ofrece su ayuda incondicional para que aprenda el oficio que desee. Para variar, al Periquillo no le convencía ni lo uno ni lo otro y más aún, acude a pedir consejo con otro de sus zánganos amigos de nombre: Martín Pelayo.

Martín Pelayo supone que el mejor trabajo en la vida es ser clérigo –él estudia para eso-. Se vive bien de las limosnas, se es respetado, y sobre todo, nunca falta comida en abundancia. Cuando el padre del Periquillo le pregunta que había decidido para su futuro, éste contesta con absoluta seguridad: clérigo. El padre le advierte que para ser clérigo se tiene que ser primero vicario, y que esto implica infinidad de privaciones, voluntad y mucho estudio. El narrador nos confiesa que su mayor objetivo en la vida era ganarse la vida generosamente, sin el menor esfuerzo, por lo que de nuevo contesta que tiene vocación de clérigo. Ni hablar, poco tiempo después, el uniforme es portado con todo orgullo por el estudiante de teología Pedro Sarmiento.

Martín Pelayo de inmediato lo invita a su gavilla y pronto, frecuenta billares y tertulias clandestinas. Al año, habla con fluidez el albur, es diestro en los juegos de azar, y baila y bebe con singular alegría.

Mientras tanto, el padre quiso asegurarse de la conducta de su hijo pues se acercaba la fecha en que sería anunciado. Gran decepción se lleva al enterarse que su Pedrito –como siempre decía su esposa- es faltista, el peor de la clase y que además frecuenta a un grupo de libertinos poco confiables.

El Periquillo sospecha algo durante la cena puesto que el padre se notaba severo y la madre llorosa. El Periquillo habla al día siguiente con su madre y ésta le confiesa que su padre había resuelto meterlo de aprendiz. El bachiller y teólogo se escandaliza y le suplica a su madre que no permita tal atrocidad. La madre suplica por su amado hijo y el padre cede de nuevo a sus peticiones. Nuevamente le concede unos días para que piense en su futuro. El Perico acude de nuevo con Martín Pelayo quien esta vez considera que ser fraile, es la mejor manera de ganarse la vida y que si quería, podía conseguirle una recomendación para su tío: el provincial de San Diego. El Periquillo acepta la oferta. De esta forma y poco tiempo después, llega al convento de San Diego, justo el momento en que el prelado leía sus recomendaciones. Desde luego, el Periquillo está plenamente convencido de todo lo que su decisión implica.

La madre se alegra con la noticia e incluso responde violentamente contra el escéptico padre. Minutos antes de tan esperada ceremonia, el Periquillo experimenta en carne propia la certeza que esconde el dicho popular de “el hábito no hace al monje” y reniega de su decisión, aún así, acepta convencido de que pasado el tiempo riguroso de los estudios y disciplinas, vivirá cómodamente.

La vida en el convento, resulta desastrosa y el Periquillo espera el mejor momento para desertar. Recibe las visitas de Martín Pelayo y de Juan Largo. Seis meses pasan sin que el Periquillo viera el momento de salir, cuando recibe la noticia de la muerte de su padre.

Pedro Sarmiento resiente la muerte de su padre, el testamento consiste en una serie de preceptos morales que lamenta no haber escuchado. Las frases del viejo, esconden el orgullo de alguien convencido del futuro de un próximo presbítero; su hijo. Januario se burla de la carta y pregunta más bien por el dinero.

El Periquillo pretexta la viudez de su madre para desertar del convento. El fraile lo deja ir no sin antes regañarlo por su mala disposición dentro del recinto, y su falta de seriedad ante la vida. La madre lo recibe orgullosa y conmovida.

Un año dura el luto al padre del narrador, quien confiesa haber aborrecido aquellas costumbres conservadoras.

El Pensador aprovecha el momento, para aconsejar a los lectores sobre la calidad de las personas invitadas a las fiestas y reuniones para que éstas, no cayesen en situaciones libertinas. De igual forma, sugiere servir agua de limón o ponche, en lugar de licores que sólo abruman la mente de las personas. Finalmente, recomienda no exceder los festejos más allá de las doce de la noche, hora prudente para dormir.

Todo lo anterior a propósito de la fiesta organizada para celebrar el regreso de Pedrito, misma que antecede la desventurada suerte de su madre. No sólo gastó su último centavo en las continuas tertulias de su hijo, sino que poco a poco, empeño tras empeño, se fue quedando sin bienes hasta terminar por vivir, en un miserable cuarto pues Pedrito, no sólo no mostraba el mínimo interés por trabajar sino que insistía en vivir como antaño. La madre, al borde de la miseria, pide a su hijo aprender algún oficio o que haga algo para traer dinero a casa. Sin embargo no obtiene resultados. La madre del narrador muere sin ver redimido a su pícaro hijo. Muere entre delirios pidiendo que le den de comer a su hijo.

El Periquillo se encuentra en la calle, ningún pariente lo auxilia, solo un encuentro casual con Juan Largo le pone destino. El Januario vive de hacer trampas con las cartas y rápidamente, enseña al Periquillo sus mañas. El par de granujas forman pronto equipo.

Esa noche y las siguientes, durmieron en míseros escondites, rodeados de ladrones y curándose las borracheras con más alcohol. El camino del vicio y la vida mal habida, se han abierto para el Periquillo quien se entrega con fervor a su nueva vida. Por su parte, Martín Pelayo era diferente, el joven perdulario estaba por ordenarse como presbítero; al no reencontrarse los amigos, dejan por ende, de frecuentarse.

La fama del Periquillo y del Januario como fulleros y timadores se extiende por los alrededores. Sus altibajos económicos son notables, en cierta ocasión, el Periquillo es golpeado y termina en un hospital. A su salida, se encuentra sólo, harapiento y con hambre. Sobrevive algunos días de las estafas hasta encontrarse de nuevo con el Januario quien le ofrece alojo junto con otros malvivientes. La invitación directa a robar no tarda en ofrecerse. El Periquillo se rehusa pero no impide que su arriesgado amigo, lleve a cabo un plan de hurto contra una viuda.

El robo se frustra y el Periquillo es arrestado por sospechoso –inquieto, había acudido al lugar del crimen- y fue inculpado por una sirvienta.

En la cárcel de la corte, y en medio de un millón de presos, el Periquillo entra precedido por la fama de ratero. Ahí conoce al señor Antonio Sánchez quien es el único que se compadece de él y lo invita a comer. Don Antonio y el Periquillo hacen amistad; de mayor edad, don Antonio recibió bien a su protegido e incluso le contó su triste historia.

Entre otras desgracias, cuenta que su bella esposa fue objeto de deseo de un marqués que le supo tender una trampa para deshonrar su orgullo y de paso, acostarse con ella. Sin embargo, la mujer supo estar a la altura de las circunstancias y no sólo rechazó las libertinas proposiciones del marques, sino que le reiteró amor y fidelidad. El marqués, no quedando satisfecho con su plan frustrado, maquinó otro más perverso, en el cual involucró a don Antonio con el tráfico de tabaco razón por la cual terminó en la cárcel. El marqués muere pero antes, reconoce la vileza de sus actos y reivindica a don Antonio, sin embargo, éste no sale por trámites burocráticos que lo mantienen ahí.

La amistad entre don Antonio y el Periquillo aumenta. El Periquillo tiene que limpiar los retretes y gracias a la influencia de don Antonio lo deja de hacer. El Periquillo se siente protegido.

El prólogo en traje de cuento que continua en la lectura, es la intervención más directa del escritor en su obra. Alguien de nombre conocimiento se le aparece al narrador y felicita por lo escrito, al momento.

La confesión con cargos en contra del Periquillo se prepara. Don Antonio la previene sobre sus declaraciones para evitar contradicciones innecesarias. Además de su probada amistad, don Antonio lo aconseja sobre sus amistades y decisiones. Por eso, cuando don Antonio sale con libertad, el Periquillo comienza a extrañar su presencia. El señor de finos modales, deja encargadas algunas pertenencias a su protegido. Sin embargo, los bribones de la cárcel ni tardos ni perezosos, seducen con alcohol y tabaco al Periquillo quien pronto comienza a empeñar los objetos ajenos. Un preso, conocido como el Aguilucho se convierte en su nuevo protector. Al Periquillo le remuerde la conciencia empeñar los objetos de quien no pocas veces le quitó el hambre, pero el Aguilucho lo convence de que no existe problema. A la mañana siguiente de una borrachera, el Periquillo despierta y descubre que le habían robado las pocas pertenencias que aún conservaba. El Aguilucho minimiza lo acontecido e invita un poco de aguardiente al Periquillo quien al encontrarse de nuevo ebrio, abandona sus ganas de recuperar las cosas y la inicial vergüenza que sintió.

Poco después, don Antonio cumple su promesa y visita al Periquillo quien ruega no tener que responder por las prendas dejadas. Al observar los andrajos que viste, don Antonio le dice que todo lo que le dejó, es en realidad para él y que mucho gusto le daría que los usara. El Perico respira aliviado y regresa triste al calabozo, el Aguilucho lo invita a ingerir alcohol y pronto recupera su cinismo.

Su amistad termina cuando al Periquillo se le agotaron los medios.

En el ínterin, el Aguilucho le juega una broma un tanto cruel; lo convence de que se le azotará doscientas veces y tiene que conseguir dinero. El Periquillo se mueve con urgencia y escribe una carta a un tío y otra más para un reo. Las cartas son leídas por el escribano de la cárcel quien siente simpatía por el recluso. Pronto se hacen amigos y el Periquillo consigue su libertad a cambio de servirlo.

Don Cosme Casalla –el escribano- es conocido entre los presos como Chanfaina. Al poco tiempo de trabajar para él, el Periquillo descubre sus turbios negocios y que no protege la ley tal y como dice. En un año, aprende otro tipo de mañas para ganarse la vida. El Periquillo se convierte en su secretario y nos cuenta de haber incluso, escuchado pláticas muy comprometedoras entre algunos personajes de sociedad. Así mismo, descubre que la ley no es igual escrita que en práctica.

Cierto día, el escribano lleva a la casa a una mujer que había sacado de la cárcel a quien pretendía secretamente. El criado simpatiza con la sirvienta y pronto se entienden. Mientras los dos empleados le toman el pelo al patrón, uno de ellos, el Periquillo, hace amistad con otra mujer lo que provoca los celos de la sirvienta. Las mujeres pelean por él, la tía de una de ellas sale en defensa, llega el patrón y también recibe sus cocolazos y el Periquillo sale corrido, para variar, de casa.

A los 19 años, el Periquillo se encuentra de nuevo solo pero no por mucho tiempo. Quiere la casualidad, que sea reconocido por Agustín Rapamentas, quien se presenta como el barbero de toda la vida de su padre don Manuel Sarmiento. El Periquillo finge acordarse de éste amigo de su padre y le cuenta mentiras para explicar su aspecto. El barbero se conmueve por la historia y lo invita a quedarse una temporada en su casa. Ahí medio aprende el oficio en los pocos meses que estuvo.

Posteriormente, el Periquillo es ayudante de boticario, gracias a otra recomendación ofrecida por otro amigo y la impresión que causa al hablar en latín con el maestro. Durante su estancia, estudia química y botánica y pronto es ascendido a aprendiz de boticario. Además de su amistad con don José el boticario, el Periquillo conoce a un médico conocido como el doctor Purgante, por su fama de purgar para todo a sus enfermos. Pronto descubre, que existe un acuerdo en el cual se mandan y recomiendan pacientes de común acuerdo.

Poco duraron los días del Periquillo boticario; éstos terminan cuando casi envenena a un paciente al confundir las sustancias. Don José recibe una fuerte multa y antes que otra cosa suceda, el Periquillo huye de la botica y termina como ayudante del doctor Purgante.

Meses después, el Periquillo abandona a su nuevo amo, no sin antes llevarse algunos títulos, pergaminos y formulas de medicinas. Desde luego, que el Periquillo considera saber lo suficiente de medicina como para ejercer la carrera, así que decide ir a un pueblo donde no sea conocido para hacer fortuna como médico. En cierto pueblo, el Periquillo se encuentra con Andrés –quien trabajaba de aprendiz con don Agustín- y le cuenta haberse hecho doctor y que necesita de un ayudante. Andrés se ofrece de inmediato y contribuye a que el Periquillo sea tomado en serio. El famoso doctor Sarmiento tiene suerte y sana a sus primeros pacientes. Pronto, adquiere notoriedad. Un día, un cura sospecha de él por su falso y posado latinismo y lo denuncia como charlatán. El doctor se entera y se pone a estudiar para no ser sorprendido. Tiempo después Andrés lo deja y el doctor se da el lujo de contratar otro asistente y una ama de llaves. Algunos pacientes mueren pero que importa cuando otros sanan. Durante una comida el cura lo enfrenta sin embargo, el Periquillo se defiende. Más adelante, una epidemia se desata en el pueblo, muchos sospechan de la responsabilidad del doctor Sarmiento quien sale huyendo del lugar.

Nuevamente en la ciudad, el Periquillo trata de vender algunas prendas robadas, para su desgracia, una persona reconoce las prendas y lo acusa. Para salir de su aprieto acusa directamente a un indigente quien trata en vano de defenderse. El indigente es llevado a la cárcel y su acusador termina con la conciencia intranquila. Algunos días después, el Periquillo se topa de nuevo con aquel desgraciado hombre quien se acuerda perfectamente de él. De nuevo, el Periquillo miente una y otra vez hasta convencerle de su terrible suerte por lo que se había visto en la necesidad de acusarlo. El hombre le cree a su antiguo acusador y más aún le platica su vida y le brinda su amistad. Nuevamente solo, el Perico se acuerda de su benefactor en la cárcel.

El Periquillo vive al día, gana algún dinero y lo apuesta. A veces el dinero se multiplica pero también desaparece. En alguna ocasión le pagan con un billete de lotería mismo que para su sorpresa, sale premiado.

Su vida cambia por completo; sus antiguos enemigos se vuelven sus amigos y los lujos y el derroche empiezan desde antes de cobrar el premio. Pronto se instala y contrata servidumbre, entre ellos a su antigua amiga Luisa –quien había huido como él desde su salida de casa de don Chafaino- y rehacen su amasiato.

Las fiestas del honorable señor Pedro Sarmiento son notorias por sus excesos pero también sus comidas ofrecidas a gente de sociedad. En una de ellas conoce a una jovencita de nombre Mariana y se enamora de ella. La corteja y convence de casarse con él. El intachable nombre de don Pedro Sarmiento –y su evidente fortuna- son por supuesto motivos suficientes para que los padres acepten. Ahora el Periquillo tiene un problema: deshacerse de su cocinera y amante Luisa.

El Periquillo convence a su criado de seducir a la cocinera para sorprenderlos infraganti. El plan funciona y el señor corre a la criada por inmoral. Ocho días después, don Pedro Sarmiento contrae nupcias con Mariana. Pasadas dos semanas, el Periquillo comienza recibir a cobradores pues, una vez derrochada su fortuna, había contraído varias deudas ofreciendo su ilustre nombre como aval.

A su vez, el desencanto de la vida matrimonial se presenta de inmediato en su espíritu, por lo que no tardó en ausentarse de casa. Los meses de renta se fueron acumulando, los bienes se fueron empeñando uno a uno. Mariana se ve de repente viviendo en un cuarto más modesto y peleando constantemente con su esposo. Había presenciado como fueron embargadas todas sus pertenencias pero lo peor estaba por venir. Un fuerte dolor anuncia un parto mal atendido. Mariana muere a consecuencias de un trato insalubre y deficiente.

Esa noche, el Periquillo tiene pesadillas; recuerda la acusación directa de su suegra culpándolo por la muerte de su hija.

Nuevamente pobre, el Periquillo busca ayuda con sus amigos pero éstos, le desconocen por completo. En la calle se reencuentra con Luisa y trata de conquistarla de nuevo. Pero Luisa no ha olvidado su humillación y lo rechaza. Como el pretendiente su pone pesado, el esposo de la ofendida sale en su ayuda e hiere con un puñal al agresor. El Periquillo pasa una corta temporada en el hospital.

Desconsolado, el Periquillo entra a una iglesia donde el sacristán lo reconoce y ofrece trabajo. Pedro Sarmiento acepta pero pide primero de comer.

Durante las misas, el Periquillo roba de las limosnas todo lo que puede y continua ejerciendo sus mañas hasta que lo descubren tratando de robar a un muerto. Otra vez en la calle, frecuenta malvivientes y léperos. Uno de ellos, lo invita a su casa donde, luego de una cena, le haría una interesante propuesta. Ahí se encuentra con un grupo de ciegos que se despojaban de sus parches al llegar, tullidos que soltaban las muletas y enfermos que sanaban al instante. El Periquillo es formalmente invitado a unírseles. Lo cual acepta.

Al poco tiempo, el Periquillo es un experto en pedir limosnas y fingir dolor humano.

Cierto día, un hombre no sólo se apiada de él, sino que le ofrece techo, comida y trabajo. El Periquillo acepta y sin más, denuncia a la banda de pordioseros.

La suerte no abandona a Pedro Sarmiento, quien esta vez termina como ayudante de un subdelegado corrupto, cuyo mayor acierto, fue reconocer que el Periquillo bien podría servirle para sus propósitos. Toda una variedad de negocios turbios es manejada por el subdelegado y su socio secreto el cura. El secretario particular del subdelegado, es testigo de las reuniones.

Las víctimas de los atropellos, se unen y exigen la renuncia del subdelegado al cargo. Cuando esto sucede el Periquillo toma su lugar.

Como funcionario, es incluso más corrupto que su antecesor. Sin embargo el cura, cuyos intereses económicos fueron tocados, denuncia algunos fraudes del Periquillo quién termina en una cárcel de la ciudad.

Pedro Sarmiento es condenado a ocho años de cárcel. Recuerda que la primera vez que estuvo en una, fue bañado con orines por los otros presidiarios y algunas cosas más. Se le ofrece la opción de purgar su condena en el ejército y acepta.

Ahí se convierte en asistente de un coronel quien pronto tiene pequeñas consideraciones al reo Sarmiento. La razón: simpatía y afecto. El Periquillo responde con efectividad a su nuevo amo. Le sirve como mayordomo y lo atiende como hijo. A cambio, tenía algo de dinero y estaba exento de las fatigas militares. Además, el Periquillo recobra el gusto por el saber, ya que el coronel cuenta con una biblioteca pequeña pero “selecta”, donde pasa horas leyendo de temas diversos. No se crea que había corregido malos hábitos, al contrario, frecuentaba lupanares y desconocía el control a la hora de ingerir bebidas embriagantes, pero cuando estaba el coronel, lustraba sus botas o realizaba cualquier otra actividad.

La confianza es tal, que es incluido en una embarcación militar con destino a Manila, lugar de residencia del coronel. Durante el trayecto, se afianza la amistad con el coronel quien suelta sabiduría cada que abre la boca.

Ocho años sirve al coronel en su casa de Manila durante los cuales, nos cuenta que hace una pequeña fortuna y pocas aventuras peligrosas pues el hombre de bien tiene pocas desgracias que contar.

En Manila, el Periquillo adquiere respeto por la forma en que el coronel lo trata. Comercia con prendas y como seguía en calidad de reo, ahorraba la mayor parte. Al término de su condena, el coronel lo manda llamar y le dice que es libre de irse a donde le plazca. El Periquillo no quiere dejar al coronel; al amigo, al hermano, al benefactor, al confidente, al consejero etc., y pide permiso para seguir a su lado. El coronel, luego de pensarlo unos segundos, aprueba que siga viviendo con él. Dos meses después, muere sorpresivamente.

El coronel hereda parte de su fortuna al Periquillo pero sólo si se encuentra con él a la hora de su muerte. Con su fortuna aumentada, Pedro Sarmiento decide regresar a la ciudad. En el camino planea como duplicar su dinero: casarse con una mujer de notable dote y adquirir un título de marqués, le abrirían las puertas a la posibilidad de convertirse en virrey. Llega a convencerse tanto de su idea, que los pasajeros y la tripulación consideran petulante su actitud.

La embarcación naufraga y el Periquillo sobrevive de milagro. Es rescatado por otro barco y llevado a una isla cercana donde un prominente hacendado le ofrece trabajo en sus terrenos. Al Periquillo sin embargo, le continúa desagradando la idea de trabajar y se dice noble. Al mayoral de la hacienda no le impresiona su rango y ambos de enfrascan en una discusión inútil, pues el rescatado sostenía puntos de vista absurdos. El Periquillo dice que no puede trabajar por que es conde. El mayoral –quien pertenece a una vaga nobleza china- coincide y lo invita a su casa. La mentira y verborrea de Pedro funciona y logra hacerse pasar por conde y pronto, presume amistad con el chino y algunas personas más. Cuando por fin pudo regresar a México, llega como conde y el chino de compañía.

El chino se extraña de que nadie recogiera a su amigo el conde, deduce que su anfitrión no lo es en realidad pero aún así, y como le ha tomado cariño, le ofrece que siga trabajando para él. Nuevamente el Periquillo se da la gran vida a espaldas de su amo aunque en su compañía, es fino y educado.

Luego de una discusión teológica, el Periquillo Sarniento se pregunta por primera vez el sentido de su existencia. Posteriormente conoce en una tertulia a una muchacha que le gusta. Después, es corrido nuevamente en circunstancias que dejan bastante que desear. Desesperado intenta -inexplicablemente- suicidarse. El Periquillo se encuentra tan borracho que frustra su intento. Entonces considera, por primera vez en su vida, en rectificar el paso llevado hasta ahora.

Decide probar suerte en Puebla. En el camino le advierten que se cuide de los ladrones, más como el Periquillo nada atesoraba, continua su camino. Unos jinetes le cortan el paso con claras intenciones de robarlo pero uno de ellos reconoce al Periquillo: el Aguilucho.

El Aguilucho forma parte de la banda de ladrones que asalta el camino de México a Puebla. Invita a su antiguo amigo de la cárcel a que se una a la banda. También mantiene contacto con el Januario quien es jefe de otra banda de ladrones. El Periquillo hace amistad con unas mujeres que le enseñan el tesoro guardado de la banda del Aguilucho. Esa noche sucede una emboscada de la cual sale herido.

Pasado un tiempo, el Aguilucho alimenta la idea de que el Periquillo es un cobarde por no querer participar en los atracos. Como no veía ninguna intención en cambiar de parecer en su amigo, decide llevarlo por la fuerza a una emboscada largamente planeada. Para sorpresa de todos, ya los estaban esperando y el Aguilucho muere frente al Periquillo que salva el pellejo casi de milagro.

El Periquillo se convence de que resulta imposible vivir como desea, además, descubre que la verdadera felicidad radica en la tranquilidad de espíritu.

Resuelto a cambiar de actitud, el Periquillo retoma el camino a la ciudad de México En el camino encuentra el cadáver de un bandolero ajusticiado que resulta ser el Januario. Pedro Sarmiento agradece por esta segunda oportunidad concedida. Llegado a su destino acude con un padre a quien confiesa todos sus pecados. Esa noche el Periquillo se acuesta muy contento. Después acude a un encierro religioso cuyo confesor y acompañante resulta ser Martín Pelayo.

Acabado su retiro y sumamente renovado, el Periquillo acude con un amigo del cura Pelayo a trabajar en un negocio fabuloso y honesto.

Pedro Sarmiento cuenta con 37 años, la placidez reflexiva lo lleva directamente a la madurez emocional y sentimental. Cierto día, una niña se acerca a pedirle limosna. Conmovido, Pedro le pide que lo lleve a su casa donde encuentra a una mujer postrada en su cama. Pedro las ayuda y cuenta además con el apoyo de su nuevo amo. El esposo de la desdichada resulta ser Anselmo a quien el Periquillo había acusado de ladrón. El reencuentro resulta agradable para ambos.

Dedicado a hacer el bien, el Periquillo vuelve a ver a viejos conocidos que lo felicitan calurosamente por el notable cambio del antiguo bribón.

Otro encuentro importante sucede en la vida de Pedro Sarmiento. Una niña le pide limosna mientras deja a su anciana y debilitada madre en el camino. El Periquillo los lleva a vivir a su casa. El padre de la infortunada infante resulta ser don Antonio, aquel que tanto le ayudaría en la cárcel. La emoción los toma por sorpresa y todos lloran de alegría. Una vez instalados y pensando el Periquillo en sentar cabeza, pide la mano de la hija de don Antonio. Don Antonio se sorprende de la propuesta y dice no influir en los sentimientos de su quinceañera hija. Con lo que no contaba es que Pedro ya había hablado con la niña en cuestión quien, agradecida por su buena voluntad y alma caritativa, le acepta como pretendiente.

Todo mundo es invitado a las segundas y felices nupcias del Periquillo. A los dos años tiene dos hijos que desgraciadamente, fallecen al poco tiempo.

El amo del Periquillo muere y le deja la hacienda como herencia. Una tarde, recibe la visita del chino quien parte de regreso a Manila. Pasan largos y felices años, nacen más hijos del Periquillo, un padrino de uno de ellos –un tal Lizardi- se queda con varias notas de las desventuras de su compadre quien había comenzado a redactar (una especie de testamento moral basado en sus numerosas experiencias) pero la enfermedad y los años, se fueron acumulando en su cuerpo hasta rendirle cuentas. Pedro Sarmiento muere. Su funeral es visitado por todos sus amigos quienes componen coplas o sonetos o simples versos en honor a su amigo. La música no dejó de escucharse y todos lloraron la muerte de este hombre de bien y generoso.

El compadre del Periquillo, convencido de que la vida del recién fallecido puede servir de guía contra los malos consejos pide autorización a su viuda para publicarlos. La señora se escandaliza pues vaya que estaba al tanto de los desvíos de su difunto esposo. Lizardi insiste pues una vida ejemplar –en su rectificación- sirve de ejemplo a todos. La viuda acepta publicar las memorias de su esposo Pedro Sarmiento.

Personajes

Pedro Sarmiento. Motivo e inspiración de la obra, El Periquillo Sarniento busca realizar su más ambicioso sueño: vivir lo más cómodamente posible sin realizar el mínimo esfuerzo. La única arma con la que cuenta es su verborrea –gratuita y sin sentido- para lograrlo. Por eso miente y engaña y un día es pobre y al siguiente rico. Durante su vida, el Periquillo fue un poco de todo y nada. Lo tuvo todo y todo lo perdió; para volverlo a tener y perder indefinidamente.

Fuente