Resumen de Fahrenheit 451 (Ray Bradbury)

Fahrenheit 451 es una novela distópica, publicada en 1953 por el escritor estadounidense Ray Bradbury. El título hace referencia a la temperatura en la escala de Fahrenheit (°F) a la que el papel de los libros se inflama y arde, equivalente a 232,8 ºC. La trama gira en torno a Montag, un bombero encargado de quemar los libros por orden del gobierno. Todo cambia cuando conoce a Clarisse, una chica que le genera dudas sobre su felicidad, y el amor por su esposa (Wikipedia).

Introducción

En los libros se encuentra nuestra historia de manera velada o directa. A cada autor y obra correspondiente le toca un tiempo y un determinado espacio. Sin embargo, la obra no suele referirse al momento del autor sino que a menudo nos transporta a otros tiempos y otras costumbres. Hay autores que se especializan en la literatura histórica, los hay a quienes nos les basta lo inmediato y gustan de reinventar todo. También hay visionarios, aquellos que hablan de los errores del presente que serán apreciados al dar sus frutos, es decir, en el futuro.

Ray Bradbury forma parte de aquellos que dirigen su imaginación al futuro. Sus constantes obsesiones lo emparentan con George Orwell 1984, Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Isaac Asimov Yo robot, e incluso Brian Aldiss, la Nave Estelar, etc.

La ciencia-ficción nació –como género- con H. G. Wells. Desde entonces, numerosos escritores se han ocupado en plasmar el futuro por muy desolador que sea. En Fahrenheit 451 (que es la temperatura necesaria para que ardan los libros) se plantea una inquietante premisa. Algún día, la literatura será erradicada por completo. Los bomberos ya no apagaran incendios malignos, ahora se encargarán de quemar bibliotecas o cualquier tipo de literatura. El protagonista Guy Montag es un bombero convencido de lo necesario de su oficio, su encuentro con una extraña adolescente cambiará su vida por completo. La evolución moral del protagonista es sin duda lo más relevante del protagonista.

Primera parte: Era estupendo quemar

En un día como cualquier otro, donde se acostumbra quemar los libros clandestinos que algunos ciudadanos escondían por sobre la ley, un bombero, Guy Montag, camina rumbo a su casa feliz por haber cumplido –una vez más- con su deber. De repente siente una sensación antes conocida. La sensación de ser visto por alguien. El pequeño cambio de la temperatura ambiente –que la mayoría de las personas no distinguirían- lo previene. Antes de doblar la esquina intuye que alguien se encuentra detrás. Fue así como Guy Montag conoce a Clarisse McClellan. A Guy le sorprende que una adolescente se interesara en él pero no rehusa conversar con ella. Guy sólo puede hablar del fuego y del petróleo, de incendios controlados que destruyen en segundos los interiores de las casas. Cuando vio a la joven, Guy recordó un pasaje de su niñez en el que una vela iluminó todo su espacio. Clarisse le dice, con desarmante franqueza, que no le teme. Guy se sorprende aún más por la afirmación y pregunta la razón. Clarisse vuelve a ser explícita: Porqué estoy loca. La joven lo empieza a cuestionar sobre su oficio de bombero. Le pregunta que sí alguna vez a leído alguno de ellos. La Ley lo prohibe contesta Montag a una desilusionada Clarisse quien continua haciendo preguntas incómodas. Al despedirse le pregunta: ¿Es usted feliz?

Montag se queda perturbado por la breve aparición de Clarisse. Piensa incluso en la posibilidad de que ella lo estuviera esperando para provocar el encuentro.

Al llegar a su casa no es recibido por Mildred quien de nuevo yace intoxicada por una sobredósis de somníferos. Uno aparentes médicos llegan a auxiliarlo y le provocan una lavativa de sangre a Mildred.

Una vez pasado el susto y la ayuda, Montag se anima a abrir las cortinas y observa desde ahí la casa de los nuevos vecinos, la casa donde Clarisse vive. ¡Claro que soy feliz! Se repite convencido. Montag alcanza a escuchar las risas de aquella casa insólitamente iluminada. Audaz, Montag se escabulle por el jardín y llega a acercarse demasiado. Desilusionado regresa a casa.

Por la mañana, Mildred se comporta como si nada hubiera pasado, niega rotundamente haberse olvidado de tomar la pastilla y su consecuente intoxicación. Montag se sorprende aún más cuando su esposa le pide una cuarta pared con televisión –ya que recién compraron la tercera-. Abatido, Montag sale a la calle, en el camino se topa de nuevo con Clarisse. Llueve, a Montag se le hace raro que Clarisse pruebe la lluvia. Juegan con un diente de león, ella resulta estar enamorada y él no ¡Qué vergüenza! Montag afirma estar enamorado pero en su cabeza no aparece imagen alguna. Entre ambos surge la amistad pues Montag escucha con atención a la muchacha y voltea siempre a donde ella señale. Clarisse le dice que en este mundo nadie escucha nada. Además le dice a su nuevo amigo que le parece raro que trabaje de bombero, luego se despide y se va sin cubrirse de la lluvia. Montag, bajo la lluvia, abre tímidamente la boca.

Montag llega a su trabajo, el sabueso mecánico, los compañeros de trabajo y el capitán Beatty están, como de costumbre, listos para cualquier emergencia. Montag nunca convivió del todo con ellos sobre todo cuando no había nada que hacer y era cuando se divertían “entrenando” el olfato del sabueso soltándole ratas, o gatos para ser devorados por el salvaje pero controlado sabueso.

Esta vez el sabueso le gruñe a Montag.

Más adelante, Montag levanta una ligera sospecha en el capitán Beatty luego de una platica sobre el sabueso.

Los encuentros con Clarisse se hicieron más frecuentes, en una ocasión, Montag se conmueve por que la muchacha le pregunta la razón por la cual no tienen niños. Montag elude primero la respuesta y después le confiesa que es Mildred la que no quiere ser madre. En otra ocasión, Montag le pregunta a Clarisse por qué no va a la escuela. La joven contesta que no la extrañan por rebelde, por inadaptada. Su amistad se consolida y hablan de distintos temas. Llegan a la conclusión de que la gente no habla de nada.

Montag acumula faltas en su expediente; extraña la presencia de Clarisse. Durante un juego de naipes con el capitán Beatty, Montag pregunta la razón por la cual los dueños de los libros son llevados a un manicomio. Beatty le pregunta si esconde un libro. Montag lo niega. Luego, pregunta algo que a su vez fue preguntado por Clarisse: ¿es cierto que antes los bomberos apagaban los incendios? Beatty le recuerda entonces el reglamento –llegar, quemar e irse- y que Benjamín Franklin fue el primer bombero de la historia. Una sirena que precipita que todos vayan a sus puestos interrumpe la tensa platica.

Un anónimo denunciaba un domicilio donde presumiblemente se escondían libros. Los bomberos que antes jugaban naipes ahora llegan con sus trajes a prueba de fuego. Atrapan a una mujer que no corría ni pretendía escapar, Montag de lejos ve la acción. Beatty pregunta dónde están los libros, la mujer no se intimida y le reprocha que él sabe bien donde están y que por eso está aquí. Los Bomberos comienzan a destruir la casa, encuentran los libros escondidos, uno de ellos llega a manos de Montag quien, luego de leer un párrafo, lo esconde rápidamente.

La mujer mira dignamente como destruyen su casa y apilan los libros, ¡No pueden quedarse con mis libros! Les reprocha. Toda la casa es bañada con gasolina. Beatty reniega de los libros pues todos se contradicen y hablan de personas que nunca existieron. De pronto, todos se estremecen al observar a la mujer quien sostiene un cerillo en la mano. La huida es inmediata como el fuego que se expande.

Mildred también padece del oído y todo lo escucha con auricular y aún así, le pareció misteriosa la actitud de su esposo al llegar a casa. Montag, luego de esconder el libro, se concentra en Mildred y reconoce que no la reconoce. Montag le pregunta a Mildred si recuerda dónde se conocieron. Mildred contesta de inmediato que si y pronto se desmiente una y otra vez. Montag tampoco lo recuerda. Se siente vacío y llora por sentirse al lado de una mujer vacía.

En su pequeño espacio no viven solos, también viven los primos y sobrinos así como los tíos y las tías y aquello es motivo de frecuentes riñas internas y peleas con Mildred.

Esa noche Montag recuerda que lleva varios días sin ver a Clarisse. Inquieto le platica a una somnolienta Mildred de la muchacha a la que tiene cuatro días sin ver. Mildred le dice que algo sabe, algo así como que se mudaron y la muchacha fue atropellada o al revés, el hecho es que ella murió. Montag le pregunta la razón por la cual no se lo había dicho, Mildred simplemente lo olvido, le desea buenas noches a su marido y se queda dormida. Montag presiente que el sabueso mecánico está detrás de su puerta.

Montag amanece enfermo, su nada atractiva esposa logra reanimarlo mientras los parientes continúan con sus peleas. La TV se escucha a todo volumen, al recordar el olor del petróleo Montag vomita. Mildred se alegra de que la alfombra se pueda lavar. Montag le pide unas aspirinas y Mildred va y regresa sin ellas pues olvida de inmediato a lo qué va. Montag le cuenta sobre la anciana y su inmolación por su apreciada biblioteca. La esposa se muestre indiferente y ajena a lo contado. El esposo estalla. Reflexiona que detrás de cada libro existió alguien que lo escribió por alguna razón. Algo tenían que tener. El autor pudo haber tardado años en escribir su obra para que llegue ahora un bombero y ¡Zas! adiós ejemplar en segundos. Montag le pide a Mildred que llame al capitán Beatty y que lo reporte enfermo. Mildred Le insiste que haga el esfuerzo y valla a su trabajo pues seguramente no es nada. En eso, alguien toca la puerta. El capitán Beatty en persona. Montag se asegura que, bajo su almohada, se encuentra oculto el libro. Beatty entra haciendo callar a los parientes. Beatty viene a visitar al elemento enfermo. No se preocupe, a todo bombero le pasa tarde que temprano, tómese el día. Montag tienen muchas preguntas que Beatty contesta. Habla sobre la evolución reciente del hombre la sobrepoblación, la vaga vulgaridad que se apoderó de todo. Beatty fuma su puro tranquilo, sin prisas. Mildred quiere acomodar de repente la almohada del enfermo quién reacciona bruscamente. Mildred insiste, Montag suplica. Entonces ella encuentra el libro. Montag explota y ella opta por irse. Todo sucedió de manera consecuente, continua Beatty, la gente se dejó de interesar en las lecturas. Ahora concluye Beatty precedente de su argumento, un libro es un arma cargada en la casa vecina y tenemos que quemarlo. Quién sabe cual podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho.

Montag pregunta por Clarisse y Beatty le cuenta que ya tenían su expediente y antecedentes, su tío era considerado un antisocial aunque admite que jamás les encontraron un libro. (De paso se nos cuenta que la edad de ingreso a la escuela se fue poco a poco reduciendo para que el estado se encargue de la educación del niño) El problema con Clarisse, continua Beatty es que siempre preguntaba del por qué de las cosas y eso a la larga resulta nocivo para la sociedad. Lo mejor que le pudo haber ocurrido, concluye Beatty, es que haya muerto.

Básicamente se tiene que evitar que la gente piense pues es el camino de la melancolía. Mantenerlos informados con sucesos cotidianos para que tengan la impresión de que están informados. Los bomberos son los guardianes de la felicidad pues alejan a la gente de cuestionamientos que jamás responderán.

Ningún libro contiene algo que valga la pena. Pero, agrega Beatty, si algún bombero lo vence la curiosidad y se llevará alguno a su casa, tendría 24 horas para convencerse de los absurdos que son, de lo contrario, los bomberos se harán cargo del trabajo.

El capitán Beatty se va, Mildred se pone a conversar con la TV gracias a que tienen un Conversador el cual personaliza las teles para que el presentador, dirigido a las multitudes, diga el nombre programado para que pareciera que se dirigiera directamente a ella, a Mildred.

Montag llama a Mildred y de una toma de aire saca uno por uno, varios libros ante la estupefacción de su esposa.

Al acabar, la mujer tiene el primer impulso de tomar uno y quemarlo, Montag la detiene compartiendo sus conflictos internos, de pronto, tocan a la puerta. Ambos se paralizan del miedo. Vuelven a tocar. En silencio, Montag y Mildred comienzan a revisar un libro.

Segunda parte: La criba y la arena

La tarde transcurre entre frases y hojas leídas. Mildred no comprende el interés de su marido por aquellos objetos prohibidos. Montag recuerda a Clarisse y trata de compartir el tema con su esposa. ¿Por qué he de leer un libro? Pregunta ella. No por qué, sino para qué, responde. Montag recuerda también a otra persona. Un anciano de nombre Faber, que 40 años atrás había pertenecido a la última generación de profesores de literatura pues, la escuela cerró por falta de alumnos.

Mantuvieron una conversación en torno a los libros. El viejo incluso recitó un poema y –sin saber que su reciente compañero era bombero- le dio un papelito con su dirección anotada. Mildred ríe mientras conversa por teléfono. Montag busca en sus archivos y encuentra la dirección de aquel anciano que nunca volvió a ver. Montag marca el número telefónico y luego de identificarse pregunta al sorprendido anciano si existen ejemplares de la Biblia, u obras de Platón o lo que sea. Faber contesta que ninguno y cuelga el teléfono.

Montag regresa con Mildred y le enseña un libro. El Antiguo y Nuevo Testamento y añade que probablemente sean los únicos del mundo. Mildred se enoja de sobremanera y le pide que regrese o queme los libros. Montag le dice que antes de regresarlo al capitán Beatty, debe asegurarse de tener un duplicado. Mildred despide a Montag con algunas frases absurdas, Montag se va.

En el camino, Montag piensa en memorizar alguna parte de la obra. Cuando entra al metro, la permanente voz que anuncia dentífricos le niega completamente la concentración. Montag no puede pensar otra cosa más que en el producto anunciado. Afuera de la estación y un tiempo más, el eco del comercial retumba sin parar en el cerebro de Montag.

Montag va rumbo a casa de Faber, al llegar, éste le dice que se vaya pues no ha hecho nada malo. Montag le pide que lo deje entrar, al entreabrir la puerta y ver un libro, Faber accede a que Montag entre. El anciano se estremece con el objeto y con extremo cuidado lo hojea. Faber se lamenta de lo transfigurado que se han vuelto los pasajes bíblicos y su contenido mercadotécnico. Luego le pregunta a Montag el motivo de su visita. Montag contesta que nadie escucha, que su esposa se la pasa hablando con el televisor, nadie escucha nada y él tiene algo que decir. El Viejo escucha el desahogo de Montag. Hablan sobre los libros. El libro no es tan importante sino el contenido mismo. El anciano se llama a sí mismo cobarde por no haber alzado la voz cuando de joven pudo hacerlo. Los libros, para Faber, tienen poros y los libros muestran los poros del rostro de la vida.

Ahora todo se reduce a que la gente no piense. La televisión de cuatro paredes nos dice constantemente que pensar y que uno piense que tiene la razón.

Faber enseña a su huésped unos pequeños tapones de goma que indudablemente se usan en los oídos. Montag recuerda de inmediato el anuncio del dentífrico. Montag piensa hacer algo al respecto y le pide ayuda a Faber.

Montag se ofrece a conseguir libros y reproducirlos. Faber duda en cooperar. Montag tiene su plan. Conseguir la cantidad de libros posibles y ponerlos precisamente en las estaciones de bomberos para que no haya más remedio que terminen ardiendo. Habría que reclutar viejos letrados inconformes; actores, poetas censurados, etc. Faber se niega ayudarlo en tal locura. Montag le pide de regreso la Biblia y comienza a deshojarla hoja por hoja. Faber reacciona y accede. Le pide que traiga todo el dinero que posea para un viejo impresor que conoce, luego, Faber enseña a Montag un chip que se coloca en el oído y permite la comunicación a distancias considerables. El chip –diseño del mismo Faber- es colocado en el oído de Montag quien sale de casa de Faber comunicándose con él.

De regreso en casa Mildred recibe la visita de Mrs. Phelps y Mrs. Bowles. Montag interrumpe su cena apagando la televisión, motivo de conversación de aquel trío de mujeres. Hablaron sobre la guerra. Ambas señoras respondieron por sus maridos que, por pertenecer a la armada, iban y venían de casa. Montag pregunta por sus hijos. Mrs. Phelps le recuerda que no tiene ninguno. Mrs. Bowles habla de los suyos. Surge una discusión al respecto. Mrs. Bowles se defiende Tengo a los niños en la escuela nueve días de cada diez. Me entiendo con ellos cuando vienen a casa, tres días al mes. Todas repiten las mismas frases escuchadas por la T.V. Montag se desespera y saca de repente un libro de poesía. Mildred lo excusa pues el hecho de ser bombero le permite tener algún libro de vez en cuando para comprobar lo absurdos que son. ¿Verdad Montag? Faber le dice por el chip que diga que si y que remedie la tontería que acaba de hacer. Montag responde que sí. Mildred se apodera del libro pero Montag la convence de leerles unos poemas para que ellas mismas juzguen. Algunos poemas son leídos. Faber, auxilia todo el tiempo a Montag por el auricular, en algún momento dado Mildred le pregunta que con quién está hablando. Al terminar el poema, Mrs. Phelps llora. Aquello sucista una leve confución; Mildred trata de calmarla y Mrs. Bowles reprocha a Montag su crimen. Faber anima a Montag que sin ver otra salida arroga el libro a las llamas. Montag las corre y le pide a Mrs. Phelps que piense en su vida y lo que ha hecho por ella.

Faber reprocha a Montag su actitud, éste le responde quitándose el auricular. Al buscar sus libros –que se habían escondido apresuradamente- notó que faltaban algunos y supuso que Mildred se había hecho cargo de ellos. Mientras tanto la susodicha toma sus pastillas para dormir.

Camino a su trabajo, Montag llega a la casa de Clarisse y piensa en lo sola y abandonada que se encuentra. Reanuda la comunicación con Faber e intercambian opiniones.

Una vez en su trabajo, nota de inmediato la ausencia del sabueso mecánico. Beatty se refiere a Montag como un tonto quien tranquilamente, deposita un libro en la mesa mismo que es quemado al instante por Beatty. La camaradería se instala y juegan póker.

Beatty duda de la reintegración de Montag y dice algunas citas literarias que hacen reaccionar a Montag de manera indudable. La alarma suena antes de que Montag responda a Beatty, Faber tranquiliza y anima a Montag.

Todo el equipo sube a La Salamandra y llegan sorpresivamente a la casa de Montag.

Tercera parte: Fuego vivo

Beatty regaña a Montag; fue advertido y le pide que no se excuse con el viejo cuento de su amiga desaparecida. Montag se desconcierta de sobremanera, ve a Mildred salir de casa portando una maleta y abordar un taxi, ella sabe, como el propio Montag, que su casa arderá en poco tiempo.

Montag ve a sus compañeros romper las ventanas con las hachas para asegurar una buena ventilación. Faber se comunica de nuevo con Montag. Beatty enciende tranquilamente un cigarro, Montag se concentra en la pequeña llama. Fascina por qué destruye, dice el capitán.

Montag es testigo de la expulsión de libros que ocultaba, Beatty le dice que tiene el mismo que limpiar su casa y que lo hará con un lanzallamas. Faber le sugiere a Montag que huya sin embargo éste comienza a quemar su casa.

Beatty le advierte que será detenido una vez que termine el trabajo. Montag reduce su casa a cenizas. Al terminar, el ex bombero pregunta al capitán si fue Mildred la que dio la alarma, el capitán lo afirma aunque también agrega que antes una de sus vecinas llamó para denunciar los poemas leídos. Faber le insiste a Montag de que huya de ahí, de improviso, Beatty golpea en la cabeza a Montag de tal manera que el auricular sale de la oreja y cae al suelo. Beatty ya sospechaba de Montag por lo que recoge el auricular satisfecho de su intuición. Pronto se descubrirá al cómplice. Montag reacciona y abre el seguro del lanzallamas. Beatty lo reta y cita, curiosamente, a Shakespeare. Montag pone en practica un viejo dicho del capitán: No te enfrentes con un problema, quémalo. Y abre el lanzallamas.

Los bomberos observan la escena paralizados. Montag les ordena ponerse de espaldas y los descuenta con un golpe en la cabeza, acto seguido, destruye al sabueso mecánico.

Montag camina al lugar que fue alguna vez su casa y encuentra cuatro libros ocultos. Agotado y mal herido, Montag se interna por las calles de la ciudad. En el camino, una conclusión lo estremece: Beatty había deseado morir.

La policía fue alertada de inmediato y comienza la cacería del asesino de un capitán. Montag escucha que se busca a un hombre y dirige sus pasos a casa de Faber. Helicópteros buscan desde el cielo al homicida. En otro escondite, Montag se entera que la guerra ha sido declarada y que han bombardeado el combustible.

Luces inquisidoras recorren las calles, Montag corre más aprisa en esa ciudad que le parece cada vez más hostil.

Finalmente, Montag llega a casa de Faber quien ya lo daba por muerto. Montag pone al corriente de su situación a su amigo quien le da instrucciones para que salga seguro de la ciudad y pueda llegar a unos rieles que lo internaran por un bosque que a su vez es habitado por refugiados nómadas que andan de campamento en campamento. La mayoría de los refugiados, continua Faber, son egresados de Harvard y con ellos podrá refugiarse.

La televisión los interrumpe con la noticia de que Guy Montag sigue libre más no por mucho tiempo pues un sabueso mecánico –capaz de diferenciar diez mil olores distintos- le sigue el rastro. Todos los televisores murales empezaron a transmitir la cacería del ex bombero. Faber enumera una serie de recomendaciones para despistar al sabueso.

Los amigos se despiden y Montag continua su huida. Durante el camino y por medio de los televisores, Montag observa al sabueso llegar a casa de Faber dudar y retroceder del lugar, a su vez, escucha que se pide la colaboración de la gente para localizar más pronto al fugitivo. La huida se dificulta y aún así, Montag alcanza a llegar a un río que lo llevaría directamente a los rieles.

Montag despista al sabueso, llega a los rieles y se interna en el bosque, poco después, Montag observa a un grupo de personas que conversan alrededor de una fogata. La diferencia de este fuego que calienta al otro que destruye es obvia y pone a reflexionar a Montag quien de pronto ve interrumpidos sus pensamientos al escuchar que aquellos hombres le llaman y lo convidan a unírseles.

Montag se acerca y es bien recibido por aquellos hombres que seguían la persecución por medio de un pequeño receptor. El sabueso fue despistado más como no pueden equivocarse ante la población, seguramente ya tienen en mente la cabeza de algún turco que sin duda será cazado y presentado como el verdadero Montag. Es así como un hombre cualquiera se ve de pronto rodeado de luces y antes de que pueda reaccionar es cazado por el sabueso. La televisión transmite a detalle la captura y anuncia el aniquilamiento de Guy Montag el asesino de un capitán.

Los hombres se presentan a Montag, todos egresados de universidades de prestigio y todos a su vez, sabían de memoria textos literarios gracias a un método que ellos mismos perfeccionaron. Todos saben algo de las obras y todos conocen a más gente que sabe de otras obras y así sucesivamente. Los vagabundos por fuera y bibliotecas por dentro, invitan a Montag a quedarse con ellos.

Alguna vez se podrán reescribir aquellas obras que representan el alimento del alma. La guerra comienza a lo lejos. Montag recuerda a Mildred y el lugar donde la conoció. Bajo un cielo cubierto de estrellas, los hombres emprenden la marcha.

Personajes

Guy Montag: 30 años. Desde los 20 trabaja como bombero, a los treinta conoce a Clarisse quien será determinante en su vida. En ese aspecto, Guy Montag es del tipo de personaje que camina en línea recta sin cuestionarse nada hasta el que tropieza con alguien que le abre por completo otras posibilidades. Radicalmente se pasara del bando que siempre combatió e incluso, maquinará un plan en contra de los enemigos de la literatura.

Clarisse McClellan: 17 años, la importancia de Clarisse radica desde un principio en su honestidad, si bien Guy reconoce su belleza en ciernes, se inquieta más por los cuestionamientos de la joven. Clarisse es el detonador del cambio en Guy.

Mildred: ea esposa de Montag. Se encuentra a medio camino entre la insensatez completa a la locura. Es capaz de tomar más de treinta pastillas pues siempre olvida haberla tomado. Mildred ofrece la terrible sensación de que todo a su alrededor marcha bien y peor aún, de que la sociedad en general también.

Faber: anciano que alguna vez fue profesor de literatura. Montag lo buscará para pedirle ayuda en sus propósitos.

Fuente