Resumen de La insoportable levedad del ser (Milan Kundera)

Es una historia de amor, de celos, de sexo, de traiciones, de muerte, de las debilidades y paradojas de la vida cotidiana de dos parejas cuyos destinos se entrelazan irremediablemente. Teresa ama a Tomás y siente celos porque él tiene un irrefrenable deseo de otras mujeres, no obstante siente un terco amor por ella. Franz idealiza a Sabina, amante también de Tomás, mientras que Sabina persigue incansablemente una libertad que tan sólo la conduce a la insoportable levedad del ser.

Primera Parte: La levedad y el peso

Desde Parménides en el siglo sexto antes de Cristo, se plantea el cuestionamiento entre la levedad y el peso, cuál de estos es mejor, sentirse con el peso de las responsabilidades y la vida, y que a su vez hacen que el ser sea más real, o la levedad en sus actos, que lo aparta del mundo y lo convierte en más ligero que el aire. Es un cuestionamiento que surge a partir del eterno retorno, los constantes círculos de la vida de los cuales nunca estamos libres.

Tomás conoció a Teresa una noche, ella vivía en un pequeño pueblo en Checoslovaquia y él estaba allí porque el director del hospital local le pidió que atendiera el lugar durante su ausencia. Pasaron una noche juntos y la segunda vez que se vieron, ella enfermó de gripa y permaneció bajo el cuidado de Tomás por dos semanas. Tomás era un solterón que después de su divorcio, disfrutaba de su libertad. En su casa no tenía más que una cama, y a todas sus amantes les pedía que no se quedaran a dormir en su departamento. Pero el día que conoció a Teresa, no estaba seguro si debía invitarla a vivir con él en Praga, pues la veía como un pequeño niño, dentro de un cesto, soltado en el río y esperando a ser rescatado. No obstante, Tomás no hizo nada y se marchó de vuelta a Praga.

Después de dos semanas, Teresa fue a Praga y Tomás, no dudo en ir por su maleta grande y pesada, a la estación de trenes para que se quedara con él el tiempo que ella permanecería allí. Esto le impresionaba al propio Tomás, pues estaba convencido de que no viviría nunca más con nadie, pero la imagen de que Teresa era un niño abandonado, siempre le venía a la mente y le inspiraba a tratar de protegerla.

Al poco tiempo, Tomás rentó un departamento para Teresa, el cual estaba casi siempre desocupado porque Teresa se quedaba con él. No obstante, esto no era un impedimento para que Tomás siguiera teniendo relaciones con otras mujeres. Teresa estaba consciente de ello y siempre tenía pesadillas en las noches que reflejaban su afectación por las infidelidades de Tomás.

Después de un tiempo, Tomás y Teresa contrajeron matrimonio y él le regaló un perro, una mezcla entre San Bernardo y pastor alemán, a quien nombraron Karenin, pues cuando Teresa fue a Praga en busca de Tomás, llevaba en el brazo el libro de Ana Karenina.

Tomás tenía una amante llamada Sabina, era pintora y se veían en su estudio. A ella le gustaba Tomás porque era todo lo contrario al hombre común, él representaba lo contrario al Kitsch. Mientras que a Tomás le gustaba Sabina porque entre ellos existía cierto aprecio y respeto, además de que Sabina era una mujer muy hermosa.

En 1968, los tanques rusos entraron a Praga e invadieron la ciudad. Para ese entonces, Teresa trabajaba en una revista como fotógrafa gracias a las referencias de Sabina, y durante la ocupación estuvo tomando muchas fotos de los tanques, los soldados, etc. Una semana después de los sucesos, Tomás recibe la propuesta de trabajar en un hospital en Suiza. Teresa accede a ir con él, pues se sentía infeliz en Praga después de que la acción y el peligro habían terminado.

Sabina ya había emigrado a Suiza, vivía en Ginebra, mientras que Tomás, Teresa y Karenin fueron a Zurich. Sabina y Tomás sólo se veían cuando ella estaba en Zurich, pues él no hallaba excusas para salir irse de la ciudad.

Un día, Teresa dejó una carta de despedida para Tomás y se regresó a Checoslovaquia con Karenin, y dadas las condiciones actuales del país, ella ya no podría volver a salir, así que su partida parecía increíblemente definitiva después de 7 años juntos.

Al quinto día desde la partida de Teresa, Tomás sentía una infinita compasión por ella y como su ausencia le afectaba, renunció a su puesto en Suiza y regresó a Praga.

Segunda parte: El alma y el cuerpo

En este capítulo se explora la relación entre el alma y el cuerpo para Teresa a partir de las experiencias de su infancia y con su madre.

La madre de Teresa era una mujer muy guapa que tenía 9 pretendientes, pero se casó con el noveno porque se embarazó de Teresa. Ya desde entonces surge un sentimiento de rechazo en contra de su hija porque, en cierta forma, ella es la causante de sus penas. Después de un tiempo, la madre Teresa abandona a su hija y a su esposo, se une a un estafador y se va a vivir a un pueblo en la montaña. Cuando el padre de Teresa muere, ella tiene que ir a casa de su madre a vivir. De pequeña, se miraba mucho en el espejo, tratando de ver su alma a través del espejo, separada del cuerpo.

Su madre era una desvergonzada, andaba por la casa completamente desnuda y si Teresa corría a cerrar las cortinas para cuidar la intimidad de su madre, ella se burlaba recalcándole que todos los cuerpos eran exactamente iguales, no había que ocultarlo. Es a raíz de estos sucesos, que Teresa tiene tantas pesadillas en donde está con varias mujeres desnudas esperando a Tomás, y ella es una más de tantas. Teresa lo que desea es ser el único cuerpo para Tomás. Al ser constantemente engañada, pierde la individualidad de su cuerpo.

Un día, la madre de Teresa le escribió a su hija que fuera a verla porque estaba enferma de cáncer, pero dado que Tomás era doctor, descubrió que eso no era cierto y Teresa no fue.

El día que se conocieron Tomás y Teresa se presentaron varias casualidades que los unió: la primera fue que Tomás tomara el turno en el hospital del pueblo en donde Teresa vivía y que él fuera a tomar un café en el restaurante donde ella trabajaba. Cuando él entró al lugar, se escuchaba por la radio un cuarteto de Beethoven que a los dos les gustaba mucho.

Antes de la ocupación rusa, Teresa fue a tomarle fotos a Sabina en su estudio. La cámara servía a Teresa simultáneamente como ojo mecánico con el cual observaba a la amante de Tomás y como velo con el cual se cubría la cara ante ella. Teresa tomó fotos de Sabina desnuda y posteriormente, Sabina le ordenó a Teresa que se desnudara, tal y como Tomás daba dicha orden. Tomás había unido a las dos mujeres como para transformar inesperadamente una inocente conversación con mujeres en una situación erótica.

Durante los 7 días de la ocupación rusa, Teresa tomó muchas fotografías de los tanques, los soldados, las agresiones, las mujeres que coqueteaban con los soldados. Sus rollos los entregó a periodistas extranjeros. Cuando fue a Suiza reveló cuidadosamente algunas fotografías de los acontecimientos y las llevó a una editorial, pero no quisieron publicarlas porque ya no eran noticia, no obstante, le propusieron que fotografiara cactus, pero Teresa se negó a hacerlo.

Teresa se sentía débil y triste, como su pueblo, pero lo que la llevó a decidir que no podía continuar más y abandonar a Tomás, fue la llamada telefónica de una mujer extraña que buscaba a Tomás y se reía de Teresa antes de colgar.

Teresa decidió regresarse a Praga y terminar con todo lo que la ataba a Tomás, pues en Suiza, no tenía escapatoria, sólo dependía de él y en Praga podría hacer algo más.

Después de 5 días, Tomás regresó a Checoslovaquia.

Tercera Parte: Palabras incomprendidas

Este capítulo está destinado a la vida de Sabina y su relación con Franz, un suizo que conoció en Ginebra y de quien era amante secreta. Franz estaba casado con Marie Claude y tenía una hija de 18 años llamada Marie Anne. A Franz no le gustaba tener relaciones con Sabina en Ginebra, así que siempre viajaban por Europa para sus encuentros amorosos.

Por otro lado, se hace un recuento de la vida de Sabina en la Bohemia, cuando su padre la obligó a ir a la Iglesia para después enviarla al Partido Comunista. Sabina estudió pintura en la academia de Checoslovaquia y realizaba pinturas que no tuvieran ninguna relación entre sí. Ella guardaba como reliquia el sombrero negro con forma de hongo de su abuelo, quien había sido alcalde de un pequeño pueblo. Dicho sombrero lo llevaba a todas partes y representaba un símbolo cuando tenía sus encuentros amorosos con Tomás.

Pequeño diccionario de palabras incomprensibles:

Mujer: Para Sabina ser mujer era algo que no había elegido y no le causaba conflicto alguno. Para Franz, Sabina era toda una mujer, como un valor, tanto como su esposa Marie Claude, pues no todas las mujeres son dignas de ser llamadas mujeres.

Traición: Significa abandonar las propias filas e ir hacia los desconocido. Sabina no conoce nada más bello que ir hacia lo desconocido. Lo hacía desde temprana edad y a través de sus pinturas.

Música: Para Franz es el arte que más se aproxima a la belleza embriagante, lo libera de la soledad, del encierro, del polvo de las bibliotecas. A Sabina no le gusta la música, quizás si hubiera vivido en la época de Bach le agradaría más, pero su desagrado surge a raíz de sus experiencias en Obra de Juventud, cuando estudiaba en la academia de pintura. La música se aullaba fuertemente por los altavoces y para ella representa ruido y comprobó que la transformación de la música en ruido es un proceso planetario, mediante el cual la humanidad entra en la fase histórica de la fealdad total: coches, motos, guitarras eléctricas, taladros, aviones, altavoces, sirenas.

Luz y oscuridad: Para Sabina vivir significa ver. La visión está limitada por una dobre frontera: una luz fuerte que ciega y la total oscuridad. Para ella oscuridad significa la disconformidad con lo que se ve, la negación de lo visto, el rechazo a ver. Para Franz, la oscuridad al cerrar los ojos cuando penetra a Sabina, representa una oscuridad limpia, pura, sin imágenes ni visiones, el infinito que lleva dentro de sí.

Manifestaciones: Franz gustaba mucho de asistir a las manifestaciones cuando estudiaba ciencia en París. Era precioso celebrar algo, reivindicar algo, protestar contra algo, no estar solo, estar al aire libre y estar con otros. Pero a Sabina no le agradaban porque tenía que asistir obligatoriamente a ellas durante su estancia en la academia, pues comprobó que era incapaz de gritar en coro con los demás y sentía que una masa ruidosa estaba dentro de un mar hostil.

Belleza de Nueva York: Franz era muy europeo, de madre vienesa, padre francés y él era suizo. Pensaba que la belleza europea ha tenido siempre un cariz intencional. Había un propósito estético y un plan a largo plazo según el cual se edificaba durante decenios una catedral gótica o una ciudad renacentista. Mientras que la belleza de Nueva York no era intencional con formas casuales. A Sabina le atraía la belleza neoyorquina porque era belleza por error, al igual que sus cuadros, como el primero que pintó ya como pintora madura; surgió gracias a que sobre él cayó por error pintura roja.

Patria de Sabina: Franz admiraba la patria de Sabina, se sentía fascinado al oír las palabras cárcel, persecución, tanques en calles, emigración, literatura prohibida y siente una extraña envidia mezclada de nostalgia. Sabina dice que el conflicto, el drama, la tragedia, no significan absolutamente nada, no representan valor alguno, nada que merezca respeto o admiración, pues a ella no le gustaba aquel drama, dichas palabras le eran carentes del menor perfume romántico.

Cementerio: La única palabra que suena en el interior de Sabina como recuerdo nostálgico de su patria, pues estos parecen jardines, con las tumbas cubiertas de césped y flores de colores, tan hermosos como una canción de cuna. Para Franz, un cementerio es un desagradable depósito de huesos y piedras.

Iglesia antigua de Ámsterdam: El gran espacio vacío de la Iglesia aparecía ante Franz como la imagen de su propia liberación ante su mujer, su hija, los simposios, los discursos vanos, las palabras vanas. Para Sabina la Iglesia era bella porque se le había aparecido repentina y secretamente, como un mundo traicionado. Desde entonces sabía que la belleza es un mundo traicionado.

Fuerza: Sabina recordaba cuando Tomás le ordenaba con fuerza que pusiera un espejo en el suelo para que ella se paseara desnuda encima de éste. Franz decía que amar era renunciar a la fuerza y Sabina pensaba que dicha frase era hermosa y a la vez Franz quedaba descalificado para su vida erótica.

Vivir en la verdad: Para Sabina, vivir en la verdad, no mentirse a sí mismo ni a los demás, sólo es posible en el supuesto de vivir sin público. Tener público, pensar en le público, era vivir en la mentira, pues uno actúa para agradarle a dicho público. Para Franz, después de haber ido a la iglesia de Ámsterdam y de recordar la frase que su mujer le hizo a Sabina al decirle que su collar era feo, se dio cuenta de que ya no deseaba vivir en la mentira con Marie Claude, así que le confesó su relación con su amante y se marchó a Roma con Sabina.

Cuando Sabina se enteró de lo que Franz había hecho, sintió su intimidad totalmente invadida, como si Marie Claude, Marie Ann, los conocidos de Franz, entraran en su cabeza. Sabina tomó la decisión de terminar su relación con Franz, así que la última noche, hicieron el amor muy apasionadamente. Al regresar a Ginebra, Franz busco a Sabina, pero ella se había mudado y había desaparecido sin dejar huella alguna. En un principio, Franz no podía comprender qué había pasado con la reacción ligera de su esposa y la razón por la cual Sabina lo había abandonado, pero con el tiempo, fue liberándose y aprendiendo a vivir solo, lo cual lo hacía feliz, pues tenía su propio piso, sus propios libros, podía salir con quien quisiera sin tener que estarse ocultando. Al poco tiempo comenzó a salir con una alumna, a quien trataba bien y quien se quedaba a dormir casi todas las noches en su departamento, no obstante, le era infiel en pensamiento, pues siempre recordaba a Sabina, todo lo que hacía lo hacía pensando en agradarle a Sabina, aunque no supiera en donde estaba.

Por su parte, Sabina se mudó a otro departamento en Ginebra y después se marchó a París. Un día recibió una carta del hijo de Tomás en donde le avisaba que Teresa y Tomás habían fallecido en un accidente en el camión que Tomás manejaba en un pequeño pueblo. Sabina sintió mucha tristeza y nostalgia a lo último que la ataba a algo. Asimismo, sintió nostalgia por Franz. Aquella tarde fue al cementerio de Montparnasse y al ver las lápidas de piedra y presenciar un entierro, comprendió a lo que se refería Franz al disgustarle los cementerios y pensó que si hubieran permanecido juntos un poco más, tal vez se hubieran entendido finalmente y aquellas diferencias se habrían disuelto con el tiempo.

Cuarta parte: El alma y el cuerpo

Todas las mañanas Teresa se levanta temprano, a la misma hora que Tomás para poder pasar tiempo con él, comprar el pan y pasear a Karenin. Teresa seguía percibiendo el olor a sexo de mujer en el cabello de Tomás y por tanto, continuaban las pesadillas. Una vez soñó que le decía a Tomás que ya no aguantaba más dicha situación y éste le decía que subiera a la colina de Petrin, en donde sería ejecutada por unos soldados.

Una vez por semana, Teresa va un rato a un sauna y el resto de la semana, trabaja en el bar de un hotel puesto que había sido despedida de la revista por fotografiar a los rusos. Ella creía que ayudaba a su patria al realizar sus fotografías, pero en realidad dichas fotos pasaban a manos de la policía secreta rusa para castigar a los traidores checos.

Cada vez se sentía más desdichada y no dejaba de recordar que Tomás hacía una separación entre el cuerpo y el alma, en medida, para justificar sus infidelidades.

Una tarde, un hombre joven y alto defendió a Teresa de un señor calvo borracho que la culpaba de haberle servido bebidas alcohólicas a un joven de 16 años. Cuando éste hombre regresó después de dos días, invitó a Teresa a su departamento. Ella aceptó acompañarlo para tratar de comprobar si dicha separación entre el cuerpo y el alma podría realizarse. El desconocido decía ser ingeniero y vivía en un barrio pobre, en un edificio bastante descuidado. Su departamento tenía una biblioteca con muchos libros, y ya para Teresa esto representaba como una clave de hermandad. Cuando el ingeniero comenzó a desnudarla, el cuerpo de Teresa cedía a sus caricias, pero no hacía nada. Era como si su alma hubiera accedido a ser neutral durante el encuentro. Por un momento, sintió que dicha situación la excitaba contra su propia voluntad y al verle la cara al desconocido, sintió un profundo odio que sólo demostró a partir de empujones. El alma de Teresa temblaba dentro del cuerpo desnudo y rechazado. En ese momento, sintió el deseo de oír una voz suave, pues de ser así, el alma se atrevería a salir a la superficie del cuerpo y ella se echaría a llorar y se enamoraría de él. Pero al ver la figura aguda y alta del ingeniero se logró ahuyentar la tentación, recogió su ropa, se vistió y se marchó.

Otro día como cualquier otro, Teresa regresaba de comprar el pan cuando Karenin observó una corneja enterrada en la tierra por unos niños malcriados. Teresa la sacó de allí, la llevó a casa para tratar de curarla y al verla sentía que era ella misma, indefensa y sola. Al poco tiempo, la corneja murió.

Teresa estaba inmersa en una serie de contradicciones, pues en cierta forma, deseaba que el ingeniero regresara y al mismo tiempo, pensaba que no quería verlo, pues no tendría la fuerza de negarse. No obstante, el ingeniero nunca más regresó y Teresa pensó que, tal vez, era un miembro de la policía secreta, pues esos eran los métodos que utilizaban para enfrascar a las personas en situaciones comprometedoras y hacerlos confesar o acusar a sus compatriotas. A Teresa le preocupaba la idea de que Tomás pudiera recibir algún día alguna foto de ella en la cama con el ingeniero, y sentía enormes deseos de irse de Praga, lejos de la gente traicionera, lejos de los niños malvados, lejos del ingeniero.

Un día fueron a un pequeño pueblo que tenía un balneario y en donde a veces pasaban un tiempo. El lugar estaba exactamente igual que hacía tiempo, pero las calles tenían nombres de personajes rusos, era como estar en una pequeña Rusia. Allí Tomás se encontró con un viejo paciente y platicaron un rato acerca de la vida campesina. De regreso a casa, Teresa deseaba decirle a Tomás que debían irse de Praga para ir al campo, que aquél era el único camino a la salvación, pero Tomás le daba miedo, era demasiado fuerte para ella y ella demasiado débil. Deseaba estar en la colina de Petrin y pedir que la fusilaran.

Una mañana se despertó y comprobó que estaba sola. Salió a caminar para ver el río Vltava y se percató que había muchos bancos de parque flotando río abajo, fuera de la ciudad. Miró a su alrededor para tratar de preguntarle a alguien lo que ocurría, pero todos pasaban indiferentemente. Teresa se sentía inmensamente triste y comprendió que lo que veía era una despedida.

Quinta parte: La levedad y el peso

Los que crearon los regímenes comunistas de Europa Central fueron los entusiastas convencidos de que habían descubierto el único camino que conduce al paraíso. Más tarde se llegó a la conclusión generalizada de que no existía tal paraíso y que dichos entusiastas resultaron ser asesinos. Los acusados respondían que no sabían, que habían sido engañados, que eran inocentes. Tomás seguía atentamente esta polémica, así que antes de irse a Suiza, recordó la historia de Edipo, quien no sabía que dormía con su madre y sin embargo, cuando comprendió de qué se trataba, no se sintió inocente, fue incapaz de soportar la visión de lo que habían causado con su desconocimiento, se perforó los ojos y se marchó de Tebas. Aquella comparación le gustaba tanto que la utilizó para hacer un artículo para la revista Unión de Escritores Checos, poco antes de marcharse a Suiza. El texto se publicó en la penúltima página y Tomás no quedó satisfecho, pues a pesar de que se habían tomado la molestia de invitarle a visitar la redacción para que les autorizase modificar la sintaxis, después, sin preguntarle nada, le recortaron notablemente el texto, de modo que sus ideas se reducían a la tesis básica, considerablemente esquemática y agresiva.

De vuelta en Praga, Tomás trabajaba en el mismo hospital que antes de marcharse pero un día el director del mismo le pidió que hiciera una declaración de arrepentimiento por lo escrito en aquella revista. Tomás, tras pensarlo varios días y considerar que había escogido la carrera de medicina, precisamente para no ser parte del espectáculo público, ahora formaba parte de la mirada pública, la cual lo señalaría si se retractaba, así que se negó a hacer la declaración y poco tiempo después tuvo que renunciar a su cargo.

Primero estuvo trabajando en un hospital rural a 80 km de Praga y después en uno más cercano, más no como cirujano, sino atendiendo pacientes y recetando aspirinas.

Un día, Tomás fue visitado por un policía del Ministerio Interior, quien lo interrogó acerca del artículo y el redactor que lo atendió. El policía planteó como solución para regresar a su trabajo como cirujano, firmar una carta, redactada por la policía, donde acusaba al redactor, se retractaba de lo dicho y prácticamente demostraba su admiración por el comunismo ruso. Tomás se negó a hacerlo y como consecuencia, renunció a su último trabajo, convirtiéndose así, en limpiador de escaparates. A pesar de que Tomás amaba su profesión, sentía que tendría unas largas vacaciones felices, pues en cierta forma, el ser cirujano le producía muchas angustias y ahora como limpiador de ventanas, no tenía que preocuparse y regresaría a su vida de soltero. Tomás tenía clientes que eran viejos pacientes y mujeres casadas que lo contrataban cuando sus maridos estaban ausentes.

Tomás había tenido más de 200 mujeres en su vida. No estaba obsesionado por las mujeres, sino por lo inimaginable que había dentro de cada una de ellas, lo que distingue a una mujer de las demás mujeres. Una tarde, cuando una mujer le recordaba el día que hicieron el amor con una fuerte tormenta, Tomás no pudo recordar aquella circunstancia que hacían el acto mucho más bello y fue entonces, cuando se dio cuenta de que dicha mujer no existía en su memoria poética, sólo Teresa, quien había aparecido como un niño indefenso un día de la nada, o con una corneja a punto de morir, le provocaba esa ternura que figuraba en su memoria poética.

Una mañana de trabajo, un particular insistió mucho para que fuera precisamente Tomás a limpiarle las ventanas. Al llegar a la dirección del particular se encontró con el redactor y con un joven, a quien después reconoció y era su hijo. El redactor y el hijo de Tomás le pedían que firmara una carta, firmada por varios intelectuales, para solicitarle al presidente amnistía para los presos políticos. Sin embargo, Tomás recordó que Teresa se quejaba de ser acosada por policías y por el miedo que le provocaban dichos interrogatorios, así que decidió que no firmaría dicha carta, pues no los dejarían en paz.

Una tarde, cuando regresaban del balneario que encontraron con los nombres de las calles completamente cambiados, Tomás iba pensando que le regreso de Zurich a Praga había sido para ellos un error catastrófico. Sentía rabia hacia Teresa y durante todo el camino no hablaron más. Por la noche Teresa volvió a tener una pesadilla donde ella estaba enterrada y Tomás venía a visitarle de vez en cuando porque se iba con sus mujeres. Tomás no había oído nunca un relato más torturador y sintió el peso de la muerte.

Desde los cinco años que habían pasado desde que el ejército ruso invadió Praga, la ciudad había cambiado mucho. La mitad de sus amigos habían emigrado, y de la mitad que se habían quedado, la mitad había muerto. Tampoco los antiguos pacientes lo invitaban ya. La situación de los intelectuales afectados había dejado de ser excepcional y se había convertido en algo duradero y desagradable a la vista. Por la noche, Tomás se despertó con dolor de estómago y conversando con Teresa, llegaron a la conclusión que serían más felices si se marcharan de Praga al campo.

Sexta parte: La Gran Marcha

Después de 10 años, Sabina fue a vivir a los Estados Unidos. Vivía con una pareja de ancianos que en cierta forma representaban el deseo inalcanzable e irreal por tener una familia, ellos eran como sus hijos. Pronto terminaría ese lapso de tiempo hermoso, pues el anciano murió y su esposa fue a Canadá a vivir con su hijo. Sabina quería permanecer en el estado de levedad, sin peso ni ataduras, así que escribió un testamento especificando que a su muerte cremaran su cuerpo y esparcieran las cenizas.

Por otro lado, Franz vivía con la estudiante de las enormes gafas pero siempre bajo los ojos imaginarios de la aprobación de Sabina. Un amigo de él lo invitó a participar en la Gran Marcha a Camboya, en protesta del bloqueo a la comunidad médica internacional para atender a los agraviados por la guerra y la ocupación comunista. La estudiante con la que vivía no quería que fuera, pero el deseo de Franz por obtener la aprobación de Sabina, lo hicieron asistir al evento. Dicha marcha se realizaría en la frontera con Vietnam con la presencia de 400 médicos, fotógrafos, intelectuales y artistas. Todos marchaban en fila india, para evadir las minas, y al llegar a la frontera, se enfrentaron con el absoluto silencio, gritos de protesta ahogados: los médicos no pudieron cruzar para hacer su labor. En esa marcha, Franz comprendió que su culto a Sabina debía terminar pues la persona a la que amaba era la estudiante de las grandes gafas. Por la noche, un joven se le acercó a Franz diciendo algunas cosas en un idioma que no entendía, pero cuando éste trató de ayudarlo, un par de jóvenes trataron de asaltarlo y Franz recibió un golpe fuerte en la cabeza que lo desplomó. Cuando recuperó el conocimiento, estaba en un hospital en Ginebra y Marie Claude se hallaba sentada junto a él. Franz no deseaba verla, a quien quería ver era a su amante, pero no podía hablar ni moverse, cerró los ojos y murió.

También Simón, el hijo de Tomás, buscaba la aprobación o mirada imaginaria de su padre. Cuando Tomás limpiaba vidrios, varias veces intentó acercarse a él, pero su timidez se lo impedía, misma que lo hizo tartamudear el día que le pidieron que firmara la carta de amnistía para los presos. Simón se fue a vivir al campo, conoció una muchacha, se casó con ella y se dedicó a la religión. Cuando supo que su padre vivía también en el campo, pensó que por fin tenían vidas parecidas y su padre estaría orgulloso de él. Poco tiempo después, Tomás lo invitó a pasar un tiempo con él, el cual disfrutó mucho pero a los cuatro meses de dicho encuentro, Tomás y Teresa murieron en un accidente.

Séptima parte: La sonrisa de Karenin

Vivir en el campo era la única posibilidad que les quedaba a Teresa y Tomás. Ella era feliz por haber abandonado la ciudad, con los clientes borrachos y las mujeres desconocidas que dejaban el pelo de Tomás apestando a sexo. Vendieron el coche, la televisión y la radio para comprar una pequeña casa en el campo con jardín. Tomás, ayudado por el presidente de la cooperativa, y anteriormente paciente suyo, era conductor de un camión que transportaba a los campesinos y las herramientas, mientras que Teresa sacaba las vacas a pastar a la colina y Karenin la acompañaba todos los días como lo hacía en Praga. Eran felices y a Teresa le habían dejado de temblar las manos. Después de dos años, Karenin enfermó de cáncer, el cual descubrieron cuando éste cojeaba de una pata. El tumor fue extirpado pero el cáncer seguía presente. Pese a su enfermedad, Karenin trataba de jugar y de seguir complaciendo a sus dueños; para Tomás, estos gestos eran las sonrisas de Karenin. Después de dos semanas desde la operación, Tomás y Teresa decidieron darle a Karenin una muerte digna y Tomás lo inyectó. Karenin fue sepultado en un espacio que Teresa había demarcado en el jardín.

Tomás recibía cartas de alguien y Teresa pensaba que provenían de alguna antigua amante, pero cuando él le explicó que provenían de su hijo, quien también vivía en el campo, Teresa se sintió avergonzada por portarse mal con Tomás. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había arrastrado a Tomás a la ruina, pues sabía que él la seguiría desde Zurich y aprovechó el momento en que su estómago padecía para convencerlo e ir al campo a vivir. Teresa se puso un lindo vestido para esperar y agradarle a Tomás.

Tomás regresó en compañía del presidente de la cooperativa y un joven que estaba lastimado y al ver a Teresa tan hermosa, el joven y el presidente invitaron a Tomás y a Teresa a bailar en un pequeño salón de fiestas del pueblo. Allí la pasaron muy bien, todos bailaban y cuando llegó el turno de bailar con Tomás, Teresa le pidió perdón por haberlo hecho infeliz y haberlo arrastrado hasta el campo, pero Tomás se sentía profundamente dichoso con la vida que llevaban ahora. Era imposible no confiar en la sinceridad de su voz. Daban pasos de baile al sonido del piano y el violín, y Teresa apoyaba la cabeza en su hombro. Sentía ahora una extraña felicidad a la vez que sentía una extraña tristeza. Esa tristeza significaba que habían llegado a la última estación, y esa felicidad significaba que estaban juntos. La tristeza era la forma y la felicidad, el contenido. La felicidad llenaba el espacio de la tristeza.

Personajes

TERESA: Personaje principal. Esposa de Tomás. De carácter “débil”, inspira compasión y ternura en Tomás. Muy sensible, sufre por los celos que siente por las infidelidades de Tomás, las cuales no reprocha, pero le afectan profundamente. Le preocupa mucho la diferenciación entre el alma y el cuerpo y es una paradoja que constantemente la persigue.

TOMÁS: Personaje principal. Doctor cirujano prestigiado que se ve obligado a dejar su trabajo por cuestiones políticas. De carácter fuerte, mujeriego, compasivo, observador. Cuando hace el amor con diferentes mujeres, busca en ellas la cualidad que las distintas a las demás, y en la obsesión de dicha búsqueda es infiel a Teresa, más no porque no la ame.

SABINA: Personaje secundario. Amante de Tomás y de Franz. Pintora. Busca y persigue incansablemente la libertad, en el momento que se siente presionada, atada o intimidada por alguien, abandona aquello que le da dicho peso y se conduce a la levedad del ser.

FRANZ: Personaje secundario. Científico suizo de gran idealismo lírico y cursi. Hombre bueno y corpulento. Se enamora de Sabina y la idealiza hasta el final de su vida.

Fuente